Entre la palabra y el silencio
Por Ruben Dario GV
Me encontraba tecleando las primeras líneas de esta columna —como suelo hacer— cuando tuve que cambiar todo el contenido debido a una noticia que dio la vuelta al mundo: las letras están de luto. Mario Vargas Llosa, el novelista peruano ganador del Premio Nobel de Literatura 2010, falleció el 13 de abril de 2025 a los 89 años, según confirmaron sus hijos en redes sociales. Con él se va una voz insustituible de la narrativa hispanoamericana y global, cuyas páginas desentrañaron con rigor psicológico y político las complejidades del poder y la condición humana.
Con su partida se cierra un capítulo fundamental del Boom latinoamericano y se hace más patente el valor de su legado: una obra que indagó en las estructuras del poder y en la resistencia del individuo, y que hoy nos invita a reflexionar sobre el lugar que ocupa la escritura en nuestra sociedad
Escribir es, ante todo, un acto de fe en la palabra. La ciencia cognitiva nos muestra que la narración activa regiones cerebrales vinculadas con la empatía y la imaginación; cada frase traza puentes invisibles entre autor y lector. En ese espacio íntimo, la creatividad brota de lo profundo del ser: la anécdota se transmuta en mito, el personaje en espejo de nuestra propia fragilidad. Vargas Llosa comprendió este misterio mejor que nadie: en novelas como La ciudad y los perros o Conversación en la catedral, su escritura no sólo documenta realidades sociales, sino que indaga en la psique colectiva, ofreciendo al lector un lugar para la reflexión y el asombro.
En la actualidad, vivimos una era de acceso sin precedentes: plataformas digitales, librerías online y comunidades lectoras en redes sociales acercan el libro a millones. En España, por ejemplo, el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros 2023 revela que el 52,0 % de la población lee con frecuencia semanal, mientras un 35,9 % permanece al margen de la lectura literaria. Además, por primera vez, el 65,5 % de los españoles declara leer libros en su tiempo libre. Estos datos evidencian tanto un terreno fértil como el desafío de despertar el interés de ese tercio que aún no ha encontrado en la literatura un refugio.
El abanico de géneros contemporáneos es tan amplio que convive lo sublime y lo efímero. Historias románticas con alto contenido sexualizado y manuales de autoayuda acaparan hoy las listas de más vendidos, y no hay nada intrínsecamente censurable en ello. Sin embargo, si el lector se limita a consumir solo entretenimiento liviano, corre el riesgo de perder el deleite que aporta una prosa trabajada, gestada desde el alma creativa. Vargas Llosa defendía que la pasión por la literatura “se acrecienta con el paso de los años”: una invitación a explorar mundos complejos, no a refugiarse en fórmulas previsibles.
Existen tantas ventajas de escribir y leer en la era digital, como la accesibilidad, en la que cualquier persona puede publicar su obra y llegar a un público global. La interactividad, donde todos pueden comentar, compartir y debatir al instante. Y la hibridación de formatos (audiolibros, e‑books, podcasts) enriquece la experiencia.
Pero también trae consigo desventajas, como la saturación de contenido, teniendo la ausencia de filtros editoriales que puede inundar al lector con textos de escasa calidad y rigor. Además de la Fragmentación de la atención, ya que al obtener la omnipresencia de estímulos audiovisuales reduce la capacidad de lectura prolongada y profunda. Por último, la pérdida de contexto, que, sin la guía de un lector crítico, corremos el riesgo de consumir información no verificada, restando valor a la palabra literaria.
En este escenario dual, el legado de Vargas Llosa nos convoca a reivindicar la literatura como arte del pensamiento. No se trata de imponer un canon, sino de fomentar el discernimiento: que cada lector, tras sumergirse en una obra, se convierta en un analista de sus propias emociones y convicciones. Que descubra, como él lo hizo, que una novela puede ser tanto un espejo como una ventana. Sin importar la época, siempre valdrá la pena relatar con pasión historias nacidas del impulso creativo más genuino. Y, en palabras del maestro peruano: “La pasión por la literatura, como todos los buenos vicios, se acrecienta con el paso de los años.”
Sin duda alguna, tengo una admiración enorme por la trayectoria literaria del gran maestro, y es cierto que hoy perdemos, no solo a un gran escritor que dejo en tintas eternas sus obras, sino a un ser humano que ha inspirado a muchos, como a mí, a escribir y seguir nuestra creatividad.
Que descanse en paz el gran novelista Mario Vargas Llosa. Su obra y su legado trascienden la vida humana, y nos recuerdan que la verdadera inmortalidad se halla en la palabra compartida. |