La vida está en otra parte
Arturo Márquez Murrieta
Juana y Rosario
Para mi hija Isabel
Martin Heidegger creó una distinción que me parece maravillosa para tratar de explicarnos la condición humana y nuestra existencia. Se trata del concepto del “Dasein” o “ser ahí” o “ser en el mundo”. El filósofo alemán explica que los seres humanos estamos “arrojados” al mundo y que de ello deriva la angustia de existir.
No pretendo entrar al detalle de esta gran filosofía, sólo quisiera utilizarlos como distinciones explicativas para poder entender dos obras -una de dramaturgia y otra de cine- que me impactaron muy gratamente, además de provocar reflexiones que ahora comparto aquí.
Se trata de: “Juana Ramírez”, obra de teatro escrita y dirigida por Andrea Garrote, y puesta en escena por la Compañía Titular de Teatro de la Universidad Veracruzana (ORTEUV); y, “Los Adioses”, película dirigida por Natalia Beristáin y magistralmente actuada por Karina Gidi.
Antes necesito contextualizar mi propia necesidad de entender una parte importantísima de mi propio ser y de mi propia vida, es decir, de mi ser arrojado a este mundo. Se trata de una mujer: mi hija.
Ser padre hoy en día de una mujer, y yo añadiría, de una gran mujer, es cosa que como hombres y no sólo como padres, tenemos el reto de entender en nuestra propia responsabilidad paterna y masculina. Tenemos una parte muy importante que jugar en nuestro papel de hombres como parejas o padres de una mujer. No porque ellas no puedan ellas solas lograr su desarrollo o personalidad, sino como parte de las estructuras sociales y familiares que perpetúan y enmarcan situaciones o condiciones de poder y de control hacia las mujeres.
Mi hija tiene 18 años y es parte de esta nueva generación de mujeres que están exigiendo un nuevo trato, condiciones de igualdad, de respeto, de seguridad y, sobre todo, de un alto a todas las violencias que reciben por parte de una sociedad patriarcal y misógina, por hombre (y mujeres) machistas, dominantes y violentos. Además de que ella lo ha venido haciendo también desde su gran capacidad poética y artística. Ahora que está en un exponencial desarrollo personal que toca ámbitos desde el amor y el desamor, hasta la elección de profesión y de vida, desde su propio ser ahí y ser en el mundo y darse cuenta que ella también está arrojada a esta su propia y angustiosa existencia humana.
“Los adioses” retrata parte de la vida de Rosario Castellanos. Además de exponer importantes episodios de la infancia y juventud de la escritora, esta película expone magistralmente la manipulación y la ambición de poder y control de un esposo hacia su esposa, en este caso una mujer enormemente inteligente y sensible. Esto es algo recurrente en nosotros los hombres que queremos tener la plena atención y control de nuestras esposas hasta en los detalles más mínimos, y que al no lograrlo en el caso de Ricardo Guerra (también muy bien protagonizado por Daniel Giménez Cacho) va perdiendo toda la armonía y paz que existían.
La película refleja excelente y paradójicamente la tensión que existe, por un lado, entre la necesidad vital de escribir de Rosario y de sacar todas las reflexiones que tiene que decir sobre una sociedad machista en la que las mujeres no tienen todas las libertades que deberían, y el tiempo y necesidades que le exigen ser esposa y madre. Y, por otro lado, la tensión de la necesidad de denunciar las desigualdades en oportunidades para las mujeres y de vacíos sociales para su libre desarrollo en las mismas condiciones que los hombres, y las exigencias que la vida como escritora y personalidad de las letras le fue paulatinamente exigiendo a Rosario Castellanos.
“Los adioses” más que una película artística o poética (que lo es por demás), es una biografía bien planteada de la angustia del ser, en este caso del ser mujer, arrojada en un mundo desigual, patriarcal y machista, donde una mujer extraordinaria tuvo el valor de crearse y construirse con su propio “Dasein” a pesar las pérdidas y adioses que debió tener en su querer estar en el mundo de una manera distinta y diferente, desde su ser mujer en este mundo y su relación con este mundo.
Finalmente hay que destacar de manera muy especial la excelente, bella, increíble actuación de la xalapeña Karina Gidi.
“Juana Ramírez” me resultó especialmente sorprendente porque en los últimos meses he estado leyendo mucho sobre espiritualidad religiosa y sobre la vivencia mística religiosa como una necesidad y voluntad de relación y conexión con lo divino, al mismo tiempo de numerosas lecturas e interés sobre la filosofía existencial y sobre el pensamiento de Nietzsche, en una intensión de encontrar puntos de conexión entre la doctrina cristina y la crítica que hace este filósofo al cristianismo, para luego caer en las distinciones de Heidegger sobre el ser humano.
No que “Juana Ramírez” trate estos temas, pero al ver esta comedia dramática no dejaba de reflexionar precisamente sobre la tensión, angustia, y dilemas de una mujer como Sor Juana Inés de la Cruz que, igualmente con su gran inteligencia, curiosidad y sensibilidad, tuvo que vivir “arrojada” en ese mundo todavía más estructuralmente cerrado y controlado por hombres e instituciones políticas y sociales patriarcales y machistas.
Nuevamente aquí tenemos las actuaciones extraordinarias de muchas mujeres, destacando las de Karem Manzur como Juana, y Miriam Cházaro, Karina Meneses, Gema Muñoz, Karla Piedra, Ruth Vargas, Katia Lagunes, Patricia Estrada y Selena Arismendi, además de Max Madrigal, Carlos Ortega y Raúl Pozos.
“Juana Ramírez” tiene que ver más con el abuso de poder y digamos “corrupción” de esas estructuras de poder patriarcal ante una mujer culta e ilustrada, y menos con el dilema o conflicto propiamente de la creencia religiosa. Ilustra perfectamente la dicotomía y contradicción entre el discurso de la fe y de la moral cristiana con la práctica y realidad que sustentan esas instituciones del mundo. “Juana Ramírez” plasma perfectamente el conflicto entre vivir en este mundo por un lado y el soñar y exigir un mundo diferente.
Aunque son voces y letras de unos pasados ya quizá remotos, Juana y Rosario son contemporáneas porque nuestras sociedades siguen adoleciendo de lo mismo. Pero son referentes y son nuestros faros y anclas que están ahí para regresar a ellas y recordar que la impronta individual y personal sí puede cambiar este mundo, que el “Dasein” y el estar arrojados puede ser motor de cambio y de metanoia en los que no seamos más simples arrojados y podamos cambiar nuestro propio “ser en el mundo” y nuestro simple “ser ahí”, por una transformación personal y social que transciendan lo que hoy es o somos. Estas historias de vida, de Juana y Rosario, desafiaron su mundo, su ser en el mundo, y por lo menos, cambiaron ellas mismas e intentaron esa transformación para su mundo aunque en ambos casos no lo lograron en su propio presente.
Hoy en día hay muchas voces femeninas que están cambiando estructuras y mundos porque se atreven a la no-conformidad de estar arrojadas y de transformarse y transformar el mundo desde la música, la literatura, las artes, la política o incluso desde la introspección psicológica o religiosa.
Termino con un aspecto esencial para Heidegger quien distingue entre habla y lenguaje, y señala que “la comunicación de las posibilidades existenciarias del encontrarse, es decir, de abrir la existencia, puede venir a ser meta peculiar del habla poética”. Estas escritoras, Rosario y Juana eligieron la escritura, la literatura y la poesía para ser, para estar, para hablar y para existir. No se pierdan estas dos grandes obras.
Referencias:
https://es.wikipedia.org/wiki/Los_adioses https://mubi.com/es/films/los-adioses
http://www.organizacionteatral.com.mx/juanaramirez https://www.facebook.com/CiaTeatroUV
https://www.facebook.com/TeatroLaCajaUV |