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Sábado 21 de diciembre de 2024
Mi Junio en el 93

Actualizado: 2023-03-15

La vida está en otra parte


Arturo Márquez Murrieta


Mi Junio en el 93


Han pasado tres meses desde mi último artículo. Recientemente le decía a nuestra querida Eirinet Gómez, que no había escrito porque me sentía desmotivado. Hoy vuelvo a sentir algo que podría ser valioso compartir.


En 1993 yo estaba recién casado y poco después nació mi primer hijo. Estábamos por regresar a Xalapa. Aunque había estudiado en la UNAM en Ciencias Políticas y venía de años intensos en la lucha por la democracia en nuestro país, me alejé de todo eso, de mis amigos y, en cierta manera, de mis ideales, para dedicarme tiempo completo a mi nueva vida de esposo y padre. Asumí que lo responsable
era ponerme a trabajar para sostener a mi nueva familia y dejar todo lo demás (aspiraciones, activismo, búsqueda de mí mismo, intereses, gustos, etc.) y conseguí trabajo en el gobierno de Veracruz, en el mismísimo Palacio de Gobierno.


Anoche me invitaron a una obra de teatro. No sabía en absoluto qué iríamos a presenciar. Paty y yo hemos estado yendo últimamente al teatro, en principio porque uno de sus últimos trabajos fue con la Compañía de Teatro de la Universidad Veracruzana (ORTEUV), con la obra de “Trosky”, lo que disparó un renovado interés en nosotros. Pero también porque nos dimos cuenta sin quererlo, o más bien lo recordamos, que el ir al teatro es una experiencia que te transforma, que te hace mirar y sentir distinto, y además que disfrutamos enormemente. Ya un par de años antes Roberta del Prado y Leticia Valenzuela nos habían empujado a regresar con dos obras de ellas que nos encantaron. Ah! Y también fuimos a “El puro lugar” en memoria de unos estudiantes golpeados por un gobierno que no sabía otra cosa. Pero les juro que antes de eso tenía cerca 20 años de no pisar una sala de teatro.


Lo único que sabía de la obra que vimos anoche era que es de Luis Mario Moncada. No sabía absolutamente nada más. Se trata de “Junio en el 93”*. Al principio no entendía mucho, pensé que se iba a tratar de algo sobre Mishima.


Luego intuí que quizá se referían a algo hecho por Oceranky. Poco a poco fueron quedando claras la trama y el drama que se iba desarrollando en Xalapa, sí aquí en Xalapa en 1993.


Lo primero que advertí impresionado fue la gran capacidad de los cuatro actores: Mel Fuentes, Miguel Jiménez, Baruch Valdés, Medin Villatoro. Cuatro jóvenes que van intercalando una voz narradora con la propia acción en una historia que se desenvuelve rápidamente en diversos planos. Eso lo hacen con una escenografía mínima y una iluminación que tiene momentos de gran arte, con la que el espectador se adentra en imágenes y visiones que estos mismos actores y sus personajes provocan en sus diálogos y narraciones, como la neblina de Xalapa que ves y no ves.


Desde luego destaca la dirección de Martin Acosta, cuya presencia, como la del mismo Oceranky, puedes atestiguar, al mismo tiempo que queda camuflajeada por el drama que tenemos en frente. Y efectivamente, hay mucho movimiento de cuerpos, de diálogos, de secreciones, pero te das cuenta poco a poco que se trata de un drama que nos toca como seres humanos.


Dentro de ese rápido movimiento de conversaciones, diálogos, narraciones, cuerpos, bancas, y más secreciones, desde mi punto de vista excepcional por parte de los cuatro actores, vamos viendo una constante que no es ni el virus (SIDA), ni la obra de Mishima, ni siquiera el gran Oceransky, sino la vida, drama, angustia y pasión de Alejandro Reyes, encarnado por Junio.


En los años 80 que estudié la carrera en la UNAM ya estaba muy presente la epidemia del SIDA. Pero la verdad es que es hasta hoy cuando podemos ver, los que no nos tocó de cerca, a través de series como la extraordinaria Vogue transmitida en Netflix o documentales como el de Andy Warhol, que nos damos cuanta o más bien aprendemos y aprehendemos de la gran tragedia personal y social que significó.


Junio en el 93, al igual que esas series y documentales, nos vuelve a abrir los ojos sobre estas historias, pero también nos advierten sobre otros contextos de homofobia, discriminación, odio, violencia, que acompañan cada vida humana que no va con el común del resto de la sociedad, que vive “fuera” de la “norma”, de las reglas y convenciones en pleno siglo XX, y que todavía hoy en día vivimos.


Independientemente de ese contexto y de lo que le sucede a Junio, lo que más me impactó a mí personalmente de la obra es darme cuenta que en ese mismo año (y los siguientes) yo vivía en otro “mundo”. Y no lo digo por el tema de la homosexualidad o el SIDA, lo digo por la gran riqueza cultural y artística de Xalapa, que se nos pasa, que no vemos, que no vivimos, y que finalmente muchos
perdemos.


Para mí esos años fueron de estar con mis hijos, verlos crecer, conseguir o mantener mi trabajo, tener una casa, un coche, escuelas para ellos. No iba al teatro, ni a la sinfónica, a veces ni al cine, y quizá mis únicas escapadas de ves en cuanto siempre fueron a los fandangos en el Patio Muñoz, a escuchar jazz al Tierra Luna en sus primeros años en ese diminuto espacio de Diego Leño, y sobre todo, al Afrocaribeño para escuchar son cubano en la explanada de Los Lagos.


Pero el teatro, el teatro, se me olvidó. Se me olvidó que me gustaba. Cuando estudiaba en la UNAM iba de vez en cuando al Centro Cultural Universitario o a las salas aledañas al Auditorio Nacional a ver teatro. Con Mariana Leñero y su papá, fui a varias obras donde actuaban o dirigían las Leñero. Disfrutaba mucho, pero no conocía nada. Luego a mi regreso a Xalapa en los 90 todo cambió. Sólo
dejé todo eso (aunque no la literatura, esa nunca se separó de mí).


Hoy, retomando mi gusto por el teatro (aunque no sepa nada de ese mundo), me topo con esta obra que es un homenaje al teatro. Si algo es Junio del 93 es que es un homenaje al teatro y a una persona que, a pesar de su drama personal, pudo expresarse a través de este arte y dedicó sus últimos años a vivirlo y vivirse en él.


Gracias Luis Mario Moncada por recordarme lo que es el teatro, recordarnos que en Xalapa tenemos la gran fortuna de tener teatro.


Las vidas paralelas de todas y todos nosotros se cruzan, muchas veces en mundos completamente distintos, incomprensibles, ininteligibles y hasta inefables, pero el arte es un avance, un ensayo, un intento por acercarnos a cualquier mundo, a sus explicaciones e interpretaciones, y a ver con nuevos ojos algo que no conocemos, no comprendemos o no vemos.


Comentaba con Paty que en estos meses de estar yendo al teatro también hemos aprendido. No sabía qué había pasado en Cherán, ahora lo sé. A pesar de haber leído mucho sobre y de Trotsky, ahora lo veo con otra mirada. O que en Coatzacoalcos hay un basurero y unas vidas de mujeres que se han prendido para siempre en los sueños de la lluvia.


Yo viví en Xalapa en los 90, yo fui al café de chinos, yo caminé entre y en medio de la neblina, también solo y a veces también angustiado, pero no conocí a Junio,ni a Alejandro, ni a Venus, ni a Oceransky ni a Luis Mario. No los cuento como pérdidas, hoy los conozco, hoy mi vida es más rica gracias a ellos y ellas.


*Referencia: Junio de 93 es una obra escrita por Luis Mario Moncada y dirigida por Martín Acosta. En 2022 le fueron otorgados los Premios Metropolitanos de Teatro a mejor obra, mejor elenco, mejor dirección, mejor dramaturgia mexicana y mejor iluminación, además de nominaciones a mejor actuación masculina, mejor actuación femenina, mejor diseño sonoro, mejor diseño de escenografía y mejor diseño de vestuario.


La obra es presentada por la compañía de teatro independiente “Teatro de Arena”. Se presentó en Xalapa, en el Teatro JJ Herrera los pasados 20 y 21 de enero de 2023.

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