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Sábado 10 de mayo de 2025
Primero de mayo: el festejo no está en la calle

Actualizado: 2023-05-02

Primero de mayo: el festejo no está en la calle


Por: Efraín  Quiñonez León


martes, 2 de mayo de 2023


Un amigo mío, político profesional, recientemente me hizo un par de observaciones a propósito de algunas interrogantes compartidas. Palabras más, palabras menos,  me dijo con cierta sorna que me haya enfocado más en estudio del trabajo que de la política y agregó, contundente, como siempre ha sido, “lo que se sabe no se pregunta”.


Debo reconocer que la brutal sinceridad de la frase, su condiciones de “animal político” y que vive con intensidad sus pasiones, pone de manifiesto una suerte de pulsión característica en él que resulta casi incontrolable por representación política y estar siempre presente en la esfera pública como redentor de causas justas o como mártir.


Estos lances retóricos poco tienen que ver con una distinción entre el trabajo y la política, pues esta penetra por todos los escondrijos posibles. Si no fuese de esta manera, sería imposible comprender fenómenos de resistencia en diferentes trincheras de la vida de las personas. Por lo tanto, nos guste o no, la política se encuentra presente prácticamente presente en todos los espacios de la vida pública y la privada.


Por cierto, este gobierno ha implantado una política de incrementos al salario mínimo y, también, reformó la ley del trabajo que otorga beneficios a la “clase obrera”, pero pasarán algunos años todavía para que estos se hagan realidad. No está mal que haya leyes que protejan y promuevan ciertos derechos, el caso es que se necesita tiempo para que esas normas maduren y sean asumidas por las personas a quienes en teoría están dirigidas. Esto, por supuesto, no invalida las reformas emprendidas en este campo sino que, antes al contrario, podrá valorarse la trascendencia de las mismas mientras se aplican los nuevos criterios. ¿Por qué razón? Principalmente porque las organizaciones sindicales  hace décadas abandonaron su etapa más heroica y de lucha por la conquista de nuevos derechos, conformándose con la rutinización de liderazgos carismáticos que se eternizan en el poder, acumulan fortunas (no existe ningún líder sindical que viva en condiciones similares o moralmente aceptables con relación a sus representados) y convierten los esfuerzos organizacionales de muchos en un recurso privado para extraer rentas.


Pero no solamente eso permite reconocer la descomposición moral de las organizaciones sindicales, ello se corresponde con una actitud indolente de las propias bases que en lugar de liberarse de las cadenas que los atan a viejos esquemas de control,  prefieren de manera acomodaticia recibir migajas a fin de obtener una protección ficticia y un respaldo no como un derechos sino como una dádiva.


La gran mayoría de las organizaciones sindicales en México, hasta las que se dicen democráticas, terminan por sujetar de distintos modos a sus bases y estas optan por padecer el yugo de la oligarquía que los controla. Hoy en día, los trabajadores parecen desconocer que la nueva ley del trabajo contiene reformas que les benefician en varios sentidos y que deberían implantarse en el seno de las organizaciones gremiales. Por ejemplo, que los cargos en los sindicatos deben otorgarse mediante procedimientos de elección con toda la parafernalia que ello significa (diversidad de propuestas, registro de votantes, urnas, escrutadores, etc). No creo equivocarme si afirmo que, en este caso, los sindicatos son expertos en simulación, de modo que pueden estarse adaptando a las nuevas reglas bajo el criterio de cambiar en la forma, pero mantener la esencia del control de los trabajadores. Con otras palabras, realizan cambios cosméticos que no pongan en riesgo los hilos del poder al interior del aparato bajo su mando.


Otra cosa importante en la ley se refiere a las cuotas de género. Tampoco creo equivocarme, en este sentido, si digo que la mayoría de los sindicatos en el país no solamente incumplen con este mandato sino que, peor aun, se encuentran en la más completa ilegalidad.


Sin embargo, quizás lo peor no es solamente eso, sino que los “beneficiarios” de tales derechos en la práctica “renuncian” y hasta se oponen a ejercerlos. En las organizaciones sindicales las mujeres han dado la batalla, pero de manera excepcional y esporádica si de hacer efectivo el derecho a la equidad se trata. En muchas partes del país hay más de una experiencia de dirigentas sindicales, pero son pocas las que aplican criterios de equidad a fin de conducir los destinos de las organizaciones gremiales y en ellas, no ofende reconocerlo, también se reproducen los mismos esquemas de mediación.


Por estas y otras razones mi amigo se equivoca, lo antes mencionado revela que lo laboral es eminentemente político y es previsible que las “herramientas legales” hoy prácticamente ignoradas y que heredará la 4T a las futuras generaciones de sindicalistas, cumplan su misión de liberar a la “clase trabajadora”, aunque olvide o sea ingrato su reconocimiento con quien hoy los libera de las cadenas de la opresión.

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