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Miércoles 12 de marzo de 2025
Mujer, cultura y democracia

Actualizado: 2025-03-10

Mujer, cultura y democracia


Por: Efraín Quiñonez León


10/03/25


Tiro Libre


Como todos los años este 8 de marzo se realizaron a escala global una diversidad de actividades que ponen el centro de interés la agenda feminista que, en muy diversos escenarios, coloca el tema de la violencia, las desigualdades y la representación política como ejes centrales de los impulsos democratizadores en las sociedades contemporáneas. De hecho, organismos internacionales han sido partidarios de una suerte de apertura por le equidad de género y se vienen estableciendo políticas afirmativas desde hace una buena cantidad de años, con el fin de comunicar las fallas y atrocidades de los diversos sistemas políticos que han hecho poco o casi nada por resarcir las deudas históricas con al menos la mitad de la población mundial.


La actual movilización femenina está hecha de una gran diversidad de personas e intereses y, también, encaran desafíos igualmente distintos en torno a regímenes políticos y protocolos culturales que hacen posible avances, retrocesos o equilibrios precarios mostrando los retos y oportunidades frente a los cambios anhelados que, además, ya se encuentran presentes en la sociedad misma; de lo contrario, sería incomprensible cómo es que un buen número de ciudadanos a escala internacional despliega acciones para manifestarse e informar de manera pacífica, en general, aunque también se ejercen grados de violencia, acerca de los déficit e incluso el clima de inseguridad que convierte principalmente a las mujeres en víctimas directas de semejante estado de cosas.


Salvo en la capital de la república, en México suelen movilizarse de manera pacífica un conjunto muy diverso de mujeres en torno a los derechos que les asisten y que han sido postergados por siglos. Es verdad que hay distintos grados de organicidad que se refleja en el número de participantes, pero resulta innegable que se trata de uno de los movimientos que está marcando la pauta de los cambios que resultan imprescindibles para mejorar las condiciones de convivencia entre los géneros y, también, por la democratización del sistema político. Con las desigualdades del caso, se trata de la acción política más importante que la agenda feminista ha llevado en los últimos años y ello se manifiesta en todo el país en distintos niveles, pero se trata de una inercia que seguirá activa por algún tiempo hasta que no se logre estabilizar los sistemas de seguridad y de justicia, como el de la representación política.


No obstante y sin tratar de demeritar los esfuerzos nacionales, conviene cambiar la escala para explorar los alcances y limitaciones de la agenda de reinvindicaciones femeninas en otros países. En este sentido, nos permitimos ofrecer algunos datos que muestran cuáles son los grados de avance o retroceso en la representación política de las mujeres. Con otras palabras, incorporamos cifras acerca de la participación de mujeres en los congresos nacionales de muy diversos países, independientemente si se trata de sistemas uni o bicamarales. Con ese fin, nos apoyamos en los datos que ofrece la Internacional Parlamentaria.


Un primer barrido de la información disponible nos permite afirmar que la participación femenina en los congresos ocurrió durante la segunda década del presente siglo. En efecto, la composición de género de los congresos empezó a cambiar justamente después de 2014 y aunque todavía en muchos países existe una subrepresentación de la mujeres, no hay duda que existe una inercia que va en sentido contrario. De 193 países sobre los que se tienen cifras acerca de la incorporación de las mujeres como congresistas y/o diputadas, en 2014 existía un conjunto de 31 países donde ellas estaban representadas en un rango que va de 33 a 63%. De esos países, solamente Andorra, Bolivia y Ruanda contaban con paridad de género o incluso era ligeramente superior la representación de mujeres.


No obstante ello, la situación puede ser menos desoladora si tomamos en cuenta que del total de países con registro, en 31 de ellos los porcentajes de representación femenina en los congresos no era desdeñable, pues el porcentaje oscilaba entre el 30 y el 48%. Independientemente de la composición de los congresos, al menos 3 de cada 10 diputados eran mujeres. De este conjunto destacan países como Cuba, donde casi 5 de cada 10 diputados eran mujeres. España, Suiza, Finlandia, Sudáfrica, Ecuador, entre otros, también destacan en la medida en que al menos 4 de 10 congresistas eran mujeres. Nuestro país se encontraba ligeramente abajo de este último conjunto de naciones, pues solamente el 38% de miembros en el Congresos mexicano eran mujeres. No estaba mal, pero aún faltaba para alcanzar la igualdad sustantiva en este tipo de cargos.


Ahora bien, de los 193 países sobre los cuales se tienen datos acerca de la composición de género en los congresos, 73 de ellos o la representación de la mujeres era nula, o bien bien alcanzaba cifras menores al 15, es decir, de 10 congresistas menos de dos eran mujeres. Entre estas naciones se destacan Brasil, Uruguay y Guatemala; por mencionar algunos de América Latina. Varios países del ex-bloque socialista se encuentran en esta categoría, al igual de algunos casos de medio oriente y África.


En el mismo número de países, pero ahora durante este año, de los 193 con datos únicamente 6 de ellos han alcanzado la igualdad sustantiva, es decir, por lo menos el 50% de los cargos en sus congresos están representadas las mujeres. Estos países son: Andorra, Emiratos Árabes Unidos, México, Nicaragua, Cuba y Ruanda. Parece poco, pero igualmente se puede señalar que un conjunto de 64 países la representación de la mujeres en sus respectivos congresos oscila entre un 30 y 49%. Por debajo de esas cifras hay un grupo de 112 países donde menos de 3 congresistas son mujeres. En este último conjunto destacan países como China, Estados Unidos, Colombia, Brasil, Uruguay, Israel, Japón, Rusia, Irán, India, Pakistán; entre muchos otros.


Algunas paradojas que se pueden desprender de un examen inicial es que, pese a que la tradición democrática en algunos de los países más desarrollados o incluso aquellos que emprendieron cambios estructurales profundos a principios del siglo XX por sociedades menos injustas, destacan por los rezagos en cuanto a la inclusión de las mujeres en cargos de representación política. Por ejemplo, el país que se jacta de ser “la democracia más desarrollada del mundo”, Estados Unidos, solamente 3 de cada 10 congresistas son mujeres y en Rusia el rezago es aún peor. El país de la libertad, la igualdad y la fraternidad, la República Francesa, tampoco se caracteriza por la inclusión, puesto que menos de 4 integrantes de la Asamblea Nacional son mujeres.


Para cerrar, simplemente cabe mencionar que el panorama es alentador, pero ello no exime considerarlo que sea complejo. Considero que, pese a todo, existe una inercia que implica una mayor participación y representación más equitativa entre los géneros en diversos tipo de organización socio-política y culturas nacionales. No obstante, pueden existir retrocesos, de modo que la lucha por alcanzar mejores estadios en la democratización política requiere de un incansable esfuerzo que no puede dejarse de hacer.

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