Relevo
Por: Efraín Quiñonez León
2 de diciembre de 2024
Tiro Libre
Concluidos los alegatos a que tienen derecho los actores políticos para impugnar los resultados de los comicios llevados a cabo el 2 de junio pasado, se vienen sucediendo a nivel estatal los cambios en las administraciones locales. Así ha estado sucediendo para los casos de Chiapas, Tabasco y Veracruz, por mencionar los más recientes.
En general, ha sido la ineptitud de los gobernadores y la frivolidad las características principales que han reinado por seis años. Y aunque algunos ya se venían desempeñando en distintos cargos de la administración pública, la verdad es que no solamente demostraron ostensiblemente que no estaban preparados para cargos de semejante responsabilidad sino que, además, les tocó lidiar con algunas adversidades donde demostraron con creces su impericia.
Hasta cierto punto, es normal que se hagan críticas a las administraciones que se van, pero lo que no es muy común es que, desde las propias filas del oficialismo, se lleven a cabo observaciones que hasta resulta ofensivas en algunas circunstancias.
Es verdad que más de uno de los gobiernos estatales con que se estrenó Morena no fueron particularmente exitosos, pero que hayan sido sometidos a crítica desde el inicio y dentro de sus propias filas resulta poco común. En Tabasco, por ejemplo, Adán Augusto López, inició sorteando las adversidades derivadas de las lluvias torrenciales que suelen presentarse por aquellas tierras, un soterrado problema de inseguridad y un sistema de justicia que más que infundir confianza entre la ciudadanía provocaba terror. Al final, la violencia se desbordó y ahora le toca al nuevo gobierno afrontarse semejante inestabilidad en esa entidad sureña.
A Chiapas no le fue mejor con, Rutilio Escandón, cuñado del exgobernador de Tabasco y hoy senador de la República. Su autoridad fue desafiada desde el principio tanto por los distintos grupos que extraen rentas al gobierno; lo mismo que las agrupaciones de choque, como el MOCRI (Movimiento Campesino Regional Independiente), que frecuentemente se moviliza en la capital de esa entidad a fin de conseguir canonjías y rentarse para golpear a políticos locales. Y no digamos las redes criminales que operan en esa entidad que, como se ha visto, tienen tomado algunos territorios donde mantienen una guerra sin cuartel entre ellas.
Veracruz tampoco vivió estos seis años sus mejores momentos. Desde el inicio de la administración de, Cuitláhuac García Jiménez, las diferencias comenzaron a aflorar. La integración del equipo de gobierno respondió más que a la calificación de los funcionarios, al más elemental pago de favores por apoyos políticos otorgados, a la incorporación de allegados y redes de parentesco; con sus honrosas excepciones. De modo que las viejas prácticas de los actores políticos resultan de muy escaso contraste con el pasado. No quiere esto decir que no haya diferencias, por supuesto que las hay, pero son más las similitudes que los supuestos cambios con que discursiva y fervorosamente nos intentan convencer.
Ante una oposición reducida casi al mínimo de su existencia, el debate y las tomas de postura se trasladan al interior del propio grupo gobernante. En Veracruz, un exdirigente de Morena, exsuperdelegado y ahora senador se negó a respaldar al gobernador que acaba de dejar el cargo en medio de descalificaciones por incompetente. El senador dio muestras no solamente de independencia sino, además, de estar en contra o no formar parte del grupo político que arribó en 2018 al edificio de la calle de Enríquez.
En los últimos días, la oposición interna, como la externa a Morena, parece coincidir en sus juicios negativos en torno al primer gobierno de dicho partido en Veracruz. El ahora ex-gobernador, ha aguantado estoicamente una andanada de descalificaciones donde lo más decente y audible es que se le considere un inepto. El senador ha pedido en reiteradas ocasiones que, ante la evidente falta de mantenimiento de las carreteras que resultan prácticamente intransitables y hasta riesgosas, se lleven a cabo las investigaciones pertinentes con el propósito de conocer en qué se invirtieron los recursos para tales fines.
En su informe del día 29 de los corrientes, Cuitláhuac García, fue increpado por dos diputados de oposición haciéndole señalamientos críticos a su desempeño en el cargo. Una diputada del PAN, después de leer un documento preparado para la ocasión le otorgó un diploma como el peor gobernador de Veracruz en la historia. De inmediato empezó el griterío en las gradas, en coro la mayoría morenista acallaba las críticas con gritos y sombrerazos: “gobernador, gobernador…” decían. El informante, visiblemente contrariado y con una risa nerviosa, al ser abordado por la diputada en la tribuna, simplemente se puso de pie y saludó a la diputada, pero ni siquiera tocó su diploma, mientras la presidente de la mesa directiva desechaba el documento descalificador.
Si bien esto forma parte de la picaresca política mexicana, salpicada con el siempre buen humor veracruzano, un diputado del PRI ejerció la crítica que algunos incrédulos suponían que nada más antinatura podía existir que el pensamiento libre en dicho partido. En su señera impostura, el diputado tricolor que no deja ningún agravio sin responder a base de amenazas o con el arrojo curtido por los años de expulsar testosterona a diestra y siniestra mientras se goza de la “plenitud del poder”, uno a uno va detallando los yerros del primer gobierno morenista en Veracruz. El relato es impecable en boca de quienes la ciudadanía ya no respalda. Por ello, la realidad política resulta paradójica y hasta perturbadora.
En la apacible península de Yucatán, el hijo de un exgobernador de filas tricolores se lía a golpes con su superior. La prosapia que colma la idiosincrasia del joven funcionario le llegan por tres vías: por abolengo, por filias partidistas y por una suerte de localismo silvestre. Cuando la estridencia reina en el espacio público, no podemos esperar otra cosa que materialice el viejo apotegma de que no vale la pena discutir si resulta más expedito resolver los problemas a golpes. Bajo esta lógica, pronto veremos caer los muertos en la escena misma de sus diferencias irreconciliables. Por paradójico que parezca, la inercia transformadora viene de una mayor participación femenina en un momentum en que la violencia machista (de hombres, pero también de mujeres) se recrudece.
Después de todo, un nuevo gobierno llega al poder por el mismo partido. La ciudadanía ha dado un voto de confianza a quienes no necesariamente entregan buenas cuentas en su primera experiencia de gobierno. Las expectativas son altas y deseos de mejoras inmediatas son punto menos que urgentes en un entorno nutrido por la pobreza y la violencia. En los próximos seis años tendremos una gobernadora que fue duramente criticada en campaña por sus orígenes y por presuntos actos indebidos que, de ser ciertos, contradicen la insistente superioridad moral que discursivamente sostienen hoy quienes están en el poder. De inmediato, la ejecutiva estatal encara dos de los desafíos de un gobierno criticado hasta por sus propios partidarios: mejorar las acciones del gobierno y atender el problema de los caminos. Sus prioridades: salud, educación y justicia. No está mal que así sea, pero de buenas intenciones está cansada la ciudadanía y en las circunstancias actuales, difícilmente habrá una nueva oportunidad si en la realidad de las personas y en sus percepciones el gobierno ahora naciente les incumple. Una primera valoración de las acciones inmediatas que emprenda este gobierno ocurrirá en las elecciones intermedias, pero las municipales del próximo año ofrecerán algunos elementos para el análisis. Ya veremos. |