En la encrucijada:
la temeraria concentración del poder
Por: Efraín Quiñonez León
9 de septiembre de 2025
Tiro Libre
¿Quién podía imaginar que las buenas noticias pueden llegar en el momento más inoportuno? Vivimos momentos inquietantes porque las buenas noticias quedan opacadas por comportamientos muy humanos de algunos de los principales dirigentes políticos del país.
Este año se ha constituido en un catálogo de buenas y malas noticias. Dentro de las primeras se destaca la reducción de la pobreza y las desigualdades en el país. Esta, desde luego, no es solamente una nota satisfactoria para el gobierno del presidente López Obrador y el de la actual jefa del ejecutivo, Claudia Sheinbaum; sino que es satisfactorio para el país en su conjunto. Es de necios discutir o regatear los méritos que tiene el haber sacado de la pobreza a poco menos de 14 millones de mexicanos, pues resulta una verdad irrefutable el hecho de que las mejoras se observan en la vida cotidiana de las personas.
Como se sabe, más que las transferencias directas de dinero, lo que verdaderamente contribuyó a disminuir sensiblemente la pobreza fueron los frecuentes incrementos al salario mínimo; lo que terminó por hacer trizas el viejo mito de que todo incremento en los ingresos produciría un incremento en el precio de los bienes y servicios de consumo generalizado.
Pero tan pronto se probaban las mieles del éxito comenzaron a llegar, también, informaciones que exhiben el comportamiento de algunos de los dirigentes más relevantes de Morena y sus aliados.
No puede haber gobierno rico y pueblo pobre, reza el credo amlista que no parecen compartir los acólitos autoadscritos a la 4T. Mientras algunos de los dirigentes exhiben sus preferencias que se materializan en “lujos” y extravagancias de todo tipo, el pueblo aparentemente contento presta poca atención a las “desviaciones” de sus líderes.
Al mismo tiempo, comienzan a lanzarse llamados de atención no solamente desde el púlpito presidencial, sino desde el interior mismo del régimen y aliados de las más diversas trincheras, con el fin de evitar exhibicionismo insultante y conducirse con moderación mientras se desempeñan cargos en la administración pública.
Analistas y periodistas afines al régimen de la 4T comienzan a tomar una distancia crítica que hipotecaron con el entusiasmo que les produjo el cambio democrático en el país. No solamente los excesos últimamente difundidos de algunos líderes de Morena ha sido el puchero intragable para sus simpatizantes sino que, además, están las evidencias de sus malos gobiernos y los despropósito en cuanto a sus políticas de alianzas para llevar al poder a personajes que en otros tiempos serían inaceptables.
En otro frente que muestra la parcial fragilidad de los gobiernos actuales se destapa el escándalo de corrupción en Aduanas donde participan elementos de alto rango de la Marina Armada de México, situación que ha cobrado una de sus primeras víctimas mortales en condiciones poco claras, pues las propias autoridades de investigar califican el fallecimiento como un suicidio, pero se cruzan informaciones en el universo mediático que más bien apuntan a un ajuste de cuentas y, por lo tanto, se siembra la duda que la muerte del agente de la Marina debe considerarse como un homicidio.
Paralelamente, aliados impresentables de Morena, como los del Partido Verde Ecologista de México, hacen declaraciones en contra de integrantes de aquel partido tachándolos de corruptos. Los del Verde no son precisamente un dechado de virtudes como para criticar a sus contrapartes de lo que ellos han perfeccionado como sistema: una franquicia que ante todo tiene intereses económicos usando la actividad política para alcanzar tales propósitos.
Recordemos que Morena, tanto en su interior, como por las agrupaciones asociadas, es un conjunto de alianzas contranatura que no siempre encajan en un supuesto “cambio de régimen político” que, en teoría, se ha fijado como misión una transformación de gran calado para el país; cosa que se traduce en el control absoluto de todos los aparatos del Estado y una centralización del poder. En ese sentido, no es casualidad los denodados esfuerzos por controlar el Poder Judicial, puesto que ya contaban con el Poder Ejecutivo y el Legislativo para cerrar el círculo del poder centralizador.
En este sentido, Morena no es sino parte del viejo régimen, pues los líderes que controlan el aparato de gobierno y las instituciones del Estado la mayoría provienen del régimen que les antecede. No podía ser de otra manera. Para ganar las elecciones se necesitaba una red variopinta de actores que confluyeran en un fin específico: llevar al poder a AMLO como estandarte del cambio democrático y procurar desde el poder cambiar a la sociedad tanto en las condiciones de desigualdad, como una opción creíble por la que se optara en conciencia debido a que sus integrantes son renovados o conversos con una moralidad químicamente pura que los distingue. Aunque es verdad que se logró el cambio y se ha combatido exitosamente la desigualdad en el país, resulta una verdad irrefutable que Morena es sobre todo una maquinaria para ganar elecciones y como nos lo muestran las evidencias exhibidas en días recientes, sus más conspicuos líderes están alejados de una moralidad y austeridad con la que no comulgan.
No está mal que se pretenda moralizar la vida pública del país como hoy trata de implantarlo Morena. Los mismos motivos tenían los neoliberales de la década de los 80 del siglo pasado, pero solamente hicieron una caricatura de sí mismos, nunca se atrevieron a cambios institucionales que tuvieran repercusión sobre la vida cotidiana de las personas. A lo que más llegaron fue al ajuste de cuentas con líderes sindicales, la reforma al poder judicial durante 1994 y la creación de órganos autónomos; pero no se atrevieron a ir más lejos.
De tal modo que nos encontramos ante un momento crucial de depuración dentro de Morena y aliados. No es descabellado pensar que esto obedece a los conflictos por la hegemonía al interior del grupo gobernante y, también, por una suerte de disputa del poder que se traduciría en cargos que en futuro próximo estarán en juego.
Ligado a esto, una parte aún débil de la militancia pretende hacerse escuchar tratando de poner al menos en el debate interno las desviaciones que de manera brutal muestran algunos de sus dirigentes. En sentido estricto, no se trata propiamente de desvíos porque a menudo son personajes que provienen de la vieja tradición política priista, son figuras recién llegadas o conversos que no aspiran a otra que a cargos; de tal manera que no proceden de otra forma a la que están acostumbrados mientras acceden a puestos de relevancia.
El dilema de Morena es fortalecer las capacidades de decisión -en principio, de sus propias bases militantes, pero debe ir más allá para hacerla una opción más creíble para la ciudadanía- en todos aquellos espacios sociales en que confluyen una diversidad de intereses; de tal manera que pueda decidir sobre el perfil de candidatos y, por sobre todo, establecer criterios que le permitan a la sociedad misma una discriminación positiva de sus elementos. Con otras palabras, equilibrar los impulsos de la maquinaria para ganar elecciones, con el fortalecimiento de la sociedad civil, de tal manera que se pueda ir depurando la representación política en el país al que tanto le urgen sus mejores perfiles. |