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Martes 04 de febrero de 2025
El México que tenemos

Actualizado: 2024-12-29

El México que tenemos.


 


Por Ruben Dario GV


 


El 2024 ha llegado a la historia de México como un año de transformaciones profundas y controversias incuestionables. Las reformas constitucionales impulsadas por la administración de Claudia Sheinbaum, respaldadas por la inconfundible influencia del expresidente Andrés Manuel López Obrador, han reconfigurado el panorama político, social y jurídico de nuestro país. Algunas propuestas, como la elección popular de jueces o la militarización de la Guardia Nacional, despiertan tanto entusiasmo como temor, dependiendo del prisma ideológico desde el cual se analicen. Pero más allá de los titulares, estas reformas cuestionan los pilares mismos de nuestra democracia.


 


La filosofía nos invita a pensar críticamente en la “vida examinada”, aquella que exige mirar más allá de la superficie. En ese sentido, el México que tenemos hoy exige reflexión y acción. Aristóteles decía que la virtud radica en el justo medio, pero en un país donde la polarización se ha convertido en norma, ese equilibrio parece un espejismo. Las reformas que hoy se presentan como avances democráticos también plantean interrogantes: ¿hasta qué punto pueden convivir con los principios de equidad y justicia? La ampliación de la prisión preventiva oficiosa, por ejemplo, evidencia cómo la prisa por el cambio puede comprometer derechos fundamentales.


 


En la búsqueda de soluciones a problemas históricos, también se han presentado avances significativos: derechos indígenas, igualdad de género y acceso a la vivienda, entre otros. Sin embargo, estos logros parecen diluirse frente al espectro de la concentración de poder en el Ejecutivo. Como jurista, no puedo dejar de pensar en el impacto que estas decisiones tienen en el tejido institucional del país. Las democracias fuertes se construyen con contrapesos, no con hegemonías.


 


La polarización, como bien advierte la doctora Grecia Ruth Cordero García, erosiona la confianza en las instituciones y amenaza con fracturar el contrato social que nos une. La retórica que alimenta esta división no solo despoja a las discusiones públicas de profundidad, sino que también inhibe la posibilidad de construir un futuro común. ¿Qué espacio queda para el pensamiento crítico cuando la disidencia se confunde con traición?


 


En este contexto, urge una reflexión colectiva sobre el valor de la pluralidad y el papel del ciudadano en la defensa de los principios democráticos. Heidegger hablaba del ser arrojado al mundo, y los mexicanos de hoy estamos arrojados a una realidad compleja que no podemos ignorar. La tentación de idealizar el pasado o de soñar con un futuro utópico es grande, pero la verdadera acción comienza con la aceptación del presente, con todas sus imperfecciones.


 


El México que tenemos no es el que deseamos, pero es el que debemos transformar. La historia nos enseña que las reformas exitosas no surgen de ideales abstractos, sino del análisis crítico de la realidad. Si queremos construir un país más justo, debemos empezar por fortalecer los espacios de diálogo, exigir transparencia y ser agentes activos en la construcción de nuestras instituciones.


 


Al concluir estas líneas, aprovecho para agradecer a quienes me han brindado este espacio para compartir estas reflexiones. La opinión, cuando se ejerce con responsabilidad, es una herramienta poderosa para el cambio. Espero que estas palabras despierten el cuestionamiento y promuevan un debate constructivo, porque solo así podemos aspirar a un mejor porvenir.


 


Felices fiestas, y que el nuevo año traiga consigo no solo esperanza, sino también acción consciente y comprometida

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