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Jueves 21 de noviembre de 2024
¿Por qué ganó Morena?

Actualizado: 2024-06-09

 ¿Por qué ganó Morena?


Por: Efraín Quiñonez León


09/06/24


Tiro Libre


La oposición ha iniciado su camino hacia Damasco descalificando los resultados porque no le favorecen. Es verdaderamente suicida en términos políticos alegar un fraude inexistente; podrán existir fallas como en toda elección ocurren, pero cavan su tumba aquellos que ahora pretenden introducir el veneno de la ilegitimidad a partir del delirio de la existencia de un fraude. Curtidos, sobre todo los panistas, en la lucha por la democratización del sistema político en el país (la democracia representativa se defendió y fue abarcando al país desde el norte; ahí están las experiencias de las luchas emprendidas en Chihuahua a inicios de los 80 y luego Baja California; mientras que la “izquierda” perdía sus referentes ideológicos con el desgaste y los errores cometidos por el socialismo realmente existente. La genialidad de la opción progresista provino, nos guste o no, de la disidencia del PRI con, Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez; que no solamente ofreció una salida al descontento popular sino que, además, permitió que los grupos más radicales encontraran un espacio de participación política no violento, pese a que muchos de ellos anhelaban la vía armada para los cambios que se imaginaban debían provocarse), ahora descalifican a las instituciones que ellos mismos ayudaron a crear y que razonablemente bien le ofrece certezas a los procesos electorales mediante un servicio profesional de contabilidad de los sufragios. Hoy en día, nadie pone en duda (salvo la oposición que hoy deshonra lo que ayudó a crear) que sus votos legítima y libremente depositados en la urnas son contados y registrados de manera adecuada y escrupulosa.


Claudia Sheinbaum obtuvo casi 36 millones de votos, mientras que Xóchitl Gálvez alrededor de 17 millones. Claudia Sheinbaum ganó en todos los segmentos de edad y solamente tuvo márgenes estrechos de su triunfo entre los sectores mayores de 50 años y mayor escolaridad. Quiere esto decir que incluso los sectores críticos del obradorismo y de Morena terminaron por votar por esa opción. ¿Por qué razón? Creo que es todavía muy pronto para saberlo, pero algunas hipótesis se pueden ensayar.


Nadie puede descalificar que los resultados son una ratificación de la gestión del presidente López Obrador. Intentó ser consecuente con la proclama de primero los pobres y ahí están los resultados, alrededor de 5 millones de mexicanos salieron de la pobreza. Podrán cuestionarse los métodos empleados para llevar a cabo esta gran cruzada por la desigualdad en el país, pero que sin lugar a dudas tuvo un impacto en las familias olvidadas por los actores políticos de la transición. Es verdad que, si se trata de la pobreza extrema, este gobierno se quedó corto porque, en términos gruesos, prácticamente los números no se modificaron o incluso creció ligeramente la cantidad de mexicanos que padecen hambre.


Con todo, la política social orientada a combatir las desigualdades en el país ha sido exitosa, no solamente por la vía de las transferencias monetarias directas a los pobres sino porque, además, se intentaron paliar los desequilibrios regionales a través de obras de infraestructura particularmente en el sur-sureste del país que, en efecto, fue una de las zonas desatendidas por los gobiernos neoliberales. Esto generó un país de enormes contrastes: del centro hacia el norte la parte más dinámica económicamente hablando; mientras que del centro hacia el sur la región más deprimida y olvidada, salvo algunos pocos enclaves sobre todo vinculados al turismo (Cancún, Huatulco, etc).


La reforma laboral es uno de los grandes aciertos de este gobierno, pero ni siquiera el régimen de la 4T lo festeja como podría esperarse. La transparencia, la democracia sindical y la equidad al interior mismo de las organizaciones gremiales son medidas trascendentes que las dirigencias usan para simular, pero que realmente están muy alejadas de implantar con elemental coherencia frente a los cambios que se proponen. Podríamos preguntarnos, por ejemplo, si estos cambios se han correspondido con la composición de género de las dirigencias sindicales. La respuesta es que no o muy levemente. Más aún, la ley laboral vigente, la que Morena impulsó, estipula que toda comisión al interior de las organizaciones gremiales debe ser paritaria, es decir, no debe existir ninguna sobrerepresentación de uno de los géneros. La verdad es que esto aún no ocurre y, lo peor, es que las bases no parecen darse cuenta del gran legado que esto significa para la democratización de sus propias organizaciones.


Los incrementos al salario mínimo no solamente han sido correctos en la lógica de combatir las desigualdades en el país, es la prueba irrefutable de que los políticos y gobiernos de la transición mintieron sistemáticamente que no podían incrementarse los ingresos de los trabajadores bajo el dogma de fe que ello provocaría una escalada de precios, es decir, inflación. Este es un gran logro de la presente administración y no hay razones para regatearle el mérito. Es relevante porque significa poner en la misma dirección a empresarios, organizaciones gremiales y al propio gobierno, eso no es poca cosa y obedece a un manejo adecuado para poner en la misma dirección a agentes que a menudo no comulgan con las mismas ideas.


Las finanzas del gobierno parecen estar manejadas adecuadamente y se fue consistente con la política de no aumentar los impuestos. Esto se corresponde con las medidas tomadas de que los grandes inversionistas pagaran sus impuestos que, en otras gobiernos, simplemente no lo hacían o, peor aún, terminaban por perdonarles el no pago. Así, grandes compañías, como dijo el viejo refrán popular, se tuvieron que alinear por la “izquierda”. Sin embargo, queda aún el desafío de un magnate que se resiste a pagar.


Los mexicanos aguantaron 12 años de panismo y (parece demencial, pero así fue) otorgaron una última oportunidad el PRI con el presidente, Enrique Peña Nieto, que no había terminado su mandato cuando ya era desaprobado por las ostensibles muestras de corrupción. Casi dos décadas en que los gobiernos de ese periodo hicieron muy poco por los cambios que los mexicanos anhelaban. Una clase política que, en la práctica, los desprecia, que solamente los considera en tanto que votantes y no como ciudadanos con plenos derechos ¿Se trata de un voto de castigo? Las evidencias parecen mostrar que así es. La ciudadanía está cansada y ya se hartó de un cierto perfil de funcionarios y políticos que la ignoran, que llegan al poder ensoberbecidos y a usar los recursos públicos como si fuesen de su patrimonio. La ciudadanía está cansada de la impunidad y de soportar el cinismo de una clase política de viejo cuño con la cual ya no se siente identificada. La asociación entre los colores de las insignias de la patria con el PRI hoy causa más vergüenzas que orgullo.


¿Debe desaparecer la oposición? Sería temerario interpretar que el veredicto de las urnas así parece indicarlo, pero bien podría decirse que tal vez de eso se trata. Es decir, que esta oposición desaparezca y no que las minorías dejen de existir. Por lo tanto, renovarse o desaparecer para ser el camino de la oposición que hasta el momento hemos conocido. La ciudadanía los castiga porque percibe que han entregado malos resultados y, en parte, porque se han creído el cuento de la pureza moral que la lógica elementalmente binaria establece que por un lado están los buenos (demócratas, patriotas, humanistas, etc) y por el otro los malos (los conservadores, los corruptos, los vendepatrias y demás calificativos con que este gobierno se ha engolosinado).


Es verdad que el gobierno federal cometió muchos errores, en estas páginas he tratado de llevar el registro de algunas que me han parecido decisiones incorrectas o acciones desmedidas. A mi modo de ver, tres son los grandes temas en que este gobierno no puede ser bien evaluado: la seguridad, la salud y el combate a la corrupción. Hay otros más, pero considero que esos constituyen los más reveladores. La desaparición del Seguro Popular y el modo en que se encaró la


pandemia (por cierto, aquí hay diferencias entre el gobierno federal y el de la Ciudad de México. Claudia Sheinbaum lo hizo mejor y, sobre todo, con mayor responsabilidad). Los muertos no hablan, pero ahí están registrados los cerca de 800 mil muertos por la pandemia y, según las fuentes que se consulten, esa cantidad resultó excesiva. Cuando prácticamente nuestra única defensa era la mascarilla, el presidente fue muy irresponsable con las escasas medidas de protección trivializando el asunto; secundado por el subsecretario de salud quien desafiando a la razón nos propinó la peregrina idea de que el presidente no era fuente de contagio porque su fuerza era moral. Por cierto, en público, Claudia Sheinbaum, siempre usó la mascarilla. Punto a favor de la hoy virtualmente presidente electa.


Casos muy sonados de corrupción ocurrieron en el sector salud en los gobiernos del pasado y en las entidades del país por el desvío de recursos que derivó en actos verdaderamente criminales, hasta de lesa humanidad, se podría decir. Este gobierno aplicó una política de choque o, como las quimioterapias que, para erradicar el mal, terminan por afectar células buenas, ya que las medidas para atajar los excesos se decidió aplicar machetazos, cuando lo que se necesitaba era aplicar el bisturí cual galeno extirpando lo malo, pero dejando intacto lo bueno. Así operó este gobierno y ahí tenemos que tuvo que reconsiderar con la propuesta del INSABI, donde labró su peor fracaso. Hoy no tenemos un servicio de salud como el de Dinamarca y tardará algún tiempo para que lleguemos hasta allá.


La política de abrazos y no balazos fue otro de los grandes fracasos del presente gobierno de Morena. Es cierto que el presidente Obrador ha reconocido que no tenía idea de las dimensiones del problema y, en algunas cosas, por ejemplo, la militarización o mejor dicho, el uso de los militares para combatir (que, al final, no combatió) a las redes criminales existentes en el país, resultó una medida contraria a su oferta de campaña en que afirmaba que los militares volverían a los cuarteles. El problema era (es) mayúsculo y, de acuerdo con el presidente, no tuvo más remedio que usar al Ejército. Pero esto contrasta, en general, con el uso de las fuerzas armadas en muchas de las actividades que no le son propias. Los militares fueron usados como parte del sector salud frente a la pandemia; han sido empresarios y constructores; de modo que las funciones asignadas en este gobierno exceden sus responsabilidades constitucionales. El presidente López Obrador sabe que llegar al final de su mandato con casi 200 mil muertos debido al ambiente de violencia que se vive en el país no son las mejores noticias. Prometió erradicarla y no cumplió, en parte, como el mismo ha reconocido, porque tenía un mal diagnóstico; pero también porque, al final, sus prioridades fueron otras. Es verdad que algunos delitos levemente han descendido, pero los feminicidios no se han detenido y la extorsión viene creciendo, por ejemplo.


El tema de los derechos humanos, también es otro de los asuntos que deja mucho que desear de este gobierno. Prometió resolver el asunto de la masacre de los estudiantes de la Normal Rural “Isidro Burgos” de Ayotzinapa y no solamente no lo ha resuelto, sino que termina confrontado con los padres de los desaparecidos. Este es, quizás, uno de los sectores más lastimados en esta administración. Debe reconocerse que el trato dado a las organizaciones de búsqueda de personas no ha sido el mejor y ahí existe un agravio que resulta un imperativo atender de inmediato.


Los casos de corrupción no habría que buscarlos muy lejos de palacio y han sido transversales a toda la administración pública del país. El mayor escándalo que, por cierto, no se le ha dado mucha difusión es el del ex-asesor jurídico de la presidencia. Un morenista o simpatizante de Morena ha escrito un libro revelador al respecto. Sin embargo, esta denuncia ha pasado sin pena, ni gloria. De hecho, el periodista se ha quejado de la pobre acogida que su contribución ha tenido en el morenismo al presentar su libro en la Cámara de Diputados en la cual le hicieron el vacío. No obstante, algo se hizo para el caso de SEGALMEX en tanto que fueron detenidos algunos funcionarios menores, no así el amigo del presidente que estaba a cargo de la oficina donde se identificaron los desfalcos. Lo peor de todo es que, pese a que había un entramado institucional imperfecto precisamente para atajar estos problemas, esta administración se encargó de dinamitar estos esfuerzos en vez de fortalecerlos y hacerlos útil en su cruzada por evitar los abusos.


A nivel subnacional el desempeño de los gobiernos son peores incluso que los malos resultados que dicha administración federal ofrece. La fórmula de que todo se arregla con 98% honestidad y el resto de capacidad no aguanta ni siquiera el más mínimo análisis frente al desastres que han significado los gobiernos de morena en Morelos, Veracruz, Chiapas, Tabasco, Guerreo; por mencionar solamente algunos de los que ningún morenista serio podría sentirse orgulloso. Morelos, por ejemplo, es de las peores entidades cuyo desempeño ha resultado ser punto menos que mediocre y hasta criminal por las fundadas sospechas de colusión entre las autoridades judiciales con las redes criminales. En Veracruz, el gobernador puede ser un hombre con buenas intenciones, pero su paso por el ejecutivo local fue no solamente intrascendente e incluso cometió excesos en contra de los opositores; han abusado de la prisión preventiva oficiosa, se propusieron una reingeniería del gobierno y resultó un rotundo fracaso; no fluyeron las inversiones y, en parte, no se aplicaron suficientes recursos públicos para obras importantes porque los pasivos de la deuda que dejaron los gobiernos previos resulta de proporciones épicas. En Chiapas las cosas no albergan optimismo alguno, los sucesivos gobiernos a pesar de la alternancia no han sido mejores; de hecho, han pactado con elite locales y


regionales para medianamente poder gobernar. Eso convierte a la entidad en una Estado prácticamente balcanizado porque los micro y maxi poderes locales y regionales se disputan el territorio. Por lo tanto, no hay más ley que las que imponen justamente esos poderes incontrastables. A esto se añade, por si fuera poco, la operación de la redes criminales que logran casi controlar la mitad del territorio de la entidad. Todo esto constituye una argamasa en la que es la ciudadanía la que sufre las peores consecuencias. Se dice, entre la gente común, en Chiapas hoy fue un día tranquilo, nada más asesinaron a 75 personas. Ese es el estado de putrefacción institucional que se refleja ahora, pero que se ha venido descomponiendo desde hace mucho tiempo. Tabasco, es verdad que se han estimulado inversiones, pero igualmente está colonizada por redes delictivas que operan en la zona. Ahí, los derechos humanos son una ficción, pese a que han existido grupos de la sociedad civil que han denunciado los abusos. Los poderes locales de ganaderos y petroleros han cambiado en la forma, pero siguen siendo grupos de poder relevantes en la entidad. Guerrero es uno de los estados que, junto con Chiapas, han sido duramente lastimados por la pobreza y la violencia ordinaria y la de las redes criminales que operan en la zona. Es verdad que los retos eran enormes porque los problemas heredados eran mayúsculos, pero un gobierno no tiene forma de esquivar sus responsabilidades todo el tiempo acusando al pasado y a los malos gobiernos que, en efecto, existieron. Tuvieron una oportunidad de seis años y aunque sea mínimamente el cambio debería notarse. Es prácticamente inexistente en todas estas entidades en lo que a cada una de ellas corresponde en tanto que instancias de gobierno locales. 


En contraste, uno de los gobiernos mejor evaluados en el país, el de Mauricio Vila, en Yucatán, pese a su buen desempeño no es refrendado en la urnas por los ciudadanos yucatecos. Emprendió obras importantes aprovechando las inercias de las inversiones del gobierno federal y, hoy en día, se transita por su territorio con caminos casi de primer mundo, es evidente el dinamismo de la actividad económica y, lo más importante, se trata de las entidades más seguras del país. Se ha dinamizado significativamente el turismo y aunque ofrece empleos precarios, no cabe duda que estimula aceptablemente la actividad económica en la región. Es verdad que Mérida está empezando a sufrir las consecuencias de un rápido crecimiento económico de expansión más o menos controlado de la ciudad, pero que encontrará en breve severos impactos en cuanto a la provisión de servicios básicos y, sin duda, el mayor impacto es ambiental y ya los empieza a sufrir dicha urbe. Pero se trata de una de las ciudades más seguras del país y no es poca cosa eso.


Entonces ¿cómo se puede explicar que gobiernos con tan mal desempeño hayan sido ratificados de nuevo en las urnas como en 2018? En primer lugar, más allá de las


torpezas y desaciertos de los gobiernos estatales de Morena, mal que bien la ciudadanía se siente atendida y respaldada por su gobierno, es decir, por AMLO, aunque se sientan inconformes con sus autoridades inmediatas que tienen el imperativo de atender sus necesidades y reclamos. El presidente se ha convertido en la última esperanza y el mandatario les ha cumplido. AMLO ha sido consistente en su narrativa de que “por el bien de México, primero los pobres” y actúo en consecuencia. Este respaldo se traduce en beneficios económicos para los jóvenes, los adultos mayores, los pobres; todos aquellos que habían sido relegados por las administraciones anteriores. El hilo que teje los sentimientos más profundos entre el líder y su pueblo es que “amor con amor se paga”.


Pero, quizás, lo más fantástico del electorado, de los ciudadanos comunes, independientemente de todas las diferencias que puedan tener, es que muy inteligentemente no encontraron propuesta alguna de contraste y decidieron no por un ideal, sino por un gobierno en quien percibe le está dando resultados. Más aún, lo que se les ofrecía del otro bando no era más que lo que ya habían probado y sentido hasta el hartazgo que no funcionaba porque, además, les iba peor. En otras palabras, lo que la oposición ofrecía era contraproducente, más de lo mismo, lo que la ciudadanía ya había rechazado al menos desde 2018 con mayor énfasis. Con todo los desaciertos de este gobierno, la ciudadanía aplicó el viejo apotegma de “más vale malo por conocido que bueno por conocer”, aunque en este caso ya se conocía que la medicina de la otra parte era irreal, inexistente, y que no curaba las terribles heridas que padece. Casualmente un modesto señor entrado en años cuyo oficio es lustrar zapatos en el parque de Coatepec, trae a colación lo que pasó y me ofrece su lectura de las elecciones. Morena se llevó todo, me dice. Pero la gente está contenta y recibe su dinerito cada mes o cada dos meses, le respondo. Sí, señor, eso está bien. Pero es mucho el poder que tienen, ojalá no sea para chingarnos, concluye.


Sin embargo, la humildad y la crítica es un bien escaso. Aunque estos valores no los veo tan claros en los ganadores, resulta prácticamente inexistente en los perdedores. Hay algo que se percibe como bueno de este gobierno: atención y dignidad en el trato. Más le vale a la oposición ir tomando nota de esta pedagogía social imparable a fuerza de continuar vigente o desaparecer.

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