Ave fénix
Por: Efraín Quiñonez León
5 de septiembre de 2024
Una frase muy popular nos coloca en los primeros sitios del medallero. No solemos estar en el podio porque los éxitos los repelemos con patética enjundia. Antes que la soledad de nuestros logros individuales o los poquísimos colectivos, siempre nos sentimos más cómodos entre la banda, el colectivo o “la demasiada gente”. No importa el anonimato de la muchedumbre, nuestra predisposición a la chabacanería y el desmadre suele com-pensar con enormes réditos nuestros afectos y vínculos solidarios.
A los mexicanos nos va bien en nuestro papel de mártires o de héroes incomprendidos. Uno de los casos más dramáticos que en estos días ha alcanzado bastante notoriedad, tanto es así que hasta los mercados se intranquilizan o los gobiernos de nuestros socios comerciales arquean las cejas ante lo inaudito, lo protagoniza el presidente López Obra-dor al arribar de una manera algo rocambolesca a los últimos treinta días de su mandato.
Su labor misionera se inició mediante su genuina inclinación justiciera frente a las de-sigualdades sociales de su natal Tabasco. Pero, también, se amalgama su propensión algo engreída y narcisista entre los ríos humanos que se presume en su diagnóstico maniqueo (bueno es el pueblo, malo todo lo demás), que convierte los deseos de un líder todopode-roso que habrá de señalar los caminos para atravesar los obstáculos con éxito a la tierra prometida. Ansiosos de buenas noticias, el pueblo bueno resulta tan avispado que no solamente otorga un respaldo incontrastable, sino que lo convierte en rey casi absoluto en la agonía de su mandato al Ave Fénix que muestra el camino por donde hay que tran-sitar. Los líderes así de fuertes han sido, para bien o para mal, una creación muy humana para alcanzar viejos anhelos, pero no siempre con los mejores resultados.
Pretendió domesticar al dinosaurio y fue derrotado una tras otra. Pero no segó en su em-peño. Obstinado y convencido de su misión histórica, fue labrando una ruta algo azarosa, pero consistente con sus anhelos justicieros. El éxodo por la democracia le dio proyección nacional, pero arribar a la jefatura del gobierno de la Ciudad de México lo puso en la antesala del máximo poder que todo político ambiciona (vulgar o no): la presidencia de la república.
No fue sencillo, pero acostumbrados a los grandes desafíos, los partidos opositores y su principales adversarios pavimentaron sus camino al éxito. Los partidos opositores, prin-cipalmente el PAN y el PRI, ignoraron casi por completo las inconformidades sociales que estaban en la base de una sociedad golpeada por la insensibilidad de los políticos, condenada a una pobreza eterna o, por lo menos, que no se le veía fin, y una espiral de violencia que en muchos lugares del país deja en la más abyecta indefensión a los ciuda-danos y a merced de poderes fácticos en colusión con servidores públicos de distinto rango y nivel. En este brutal concierto de la ignominia, AMLO fue prácticamente la única voz discordante que alimentó la esperanza.
Pero ahora la discusión pública no admite matices, de modo que la mayoría de opinado-res lanzan sus principales argumentos para ensalzar al gobierno actual, o bien para des-calificarlo en paquete. Mientras transcurren los días entre bloqueos en la principal plaza del país a propósito de la reforma judicial, cosa que se replica en varias partes de la repú-blica, estimulando incluso a sectores universitarios poco afectos a las movilizaciones como los abogados, se acumulan tensiones y se ensayan actos circenses en el Congreso que rayan en la insensatez.
Sin embargo, aunque existen voces que tratan de desmarcarse de uno y otro bando, la verdad que resulta una muy flaca minoría frente a los coros de simpatizantes y detracto-res.
Insatisfecho con sus innegables éxitos o incapaz de soportar las adversidades por los fra-casos o las promesas no cumplidas, el presidente Obrador ha decidido caminar al filo de la navaja en la recta final de su sexenio. No fue suficiente cancelar el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México y construir uno alterno en Santa Lucía, con una deuda millonaria que habremos de pagar todos -que ya estamos pagando- con las ineficiencias en los ser-vicios que a menudo provee el gobierno. La gran paradoja es que este gobierno se atrevió a revertir la tendencia y cerrar la brecha de la desigualdad que imperaba en el país, de modo que alrededor de 5 millones de compatriotas dejaron la enorme fila de pobres que aun impera en nuestro territorio.
Este gobierno aplicó políticas de incremento salarial, implantó un nuevo marco norma-tivo que garantiza derechos a los trabajadores cuyos líderes intentan ocultar o aplican la consabida estrategia del ocultamiento o la simulación. Ignorantes de lo que la ley ofrece, los trabajadores siguen a expensas de líderes sindicales sin el más mínimo escrúpulo. A pesar de todo, fue este gobierno el que intentó y tuvo éxito en ello, llegar a acuerdos con líderes sindicales (auténticas rémoras del pasado priista), empresarios que solamente cui-dan intereses y únicamente se santiguan ante las adversidades ajenas mientras están en misa, ofreciendo el saludo de la paz para expiar sus culpas; así como agentes del gobierno todavía no muy convencidos de las medidas que implicaban incrementos sustantivos a los salarios mínimos. Eso se dice fácil, pero no es poca cosa. Pero, de nuevo, este gobierno se sabotea solito porque si no hay quien le haga sombra se inventa por deporte alguien con quien materializar su carácter pendenciero.
El sarcasmo acerca de nuestro malogrado sistema de salud (la burla del presidente de que resulta mejor que el de Dinamarca, no solamente cae en lo inaceptable e inoportuno sino hasta deviene ofensivo. Lo peor de todo es que ni necesidad tenía del exabrupto), agra-vado por la pandemia y el carácter leonino de las grandes farmacéuticas, pero también por innegables deficiencias, no hace más que provocarnos lágrimas de desconsuelo o de risa loca. Ni este, ni ningún otro gobierno tiene necesidad, mucho menos el derecho a semejante despropósito.
Las mujeres que han sido reconocidas en cargos relevantes no logran resarcir el daño inflingido a una relación llena de tensiones y de violencia en contra el movimiento femi-nista. Tampoco se ha hecho mucho por detener lo feminicidios y, antes al contrario, es una mal que desafortunadamente crece como la hiedra. No es casual y bienvenido sea que ahora tenemos presidenta electa, pero resulta inaudito que se le herede una adminis-tración sostenida con alfileres, políticamente debilitada y comprometida con su gestión al menos en el arranque. El año que viene no habrá el dinero que se necesita para atender todas las necesidades del país y habrán de atenderse las obras que están quedando in-conclusas. Los beneficios de la relocalización de empresas podrán contribuir en perspec-tiva, pero eso tardará en llegar y hay nerviosismo por las reformas del sistema de justicia emprendido de último momento. Nadie en su sano juicio puede salir a la defensa de este sistema de justicia, pero es una torpeza mayúscula hacer una reforma en este momento y con los métodos empleados. Cuando los mayores retos se encuentran la justicia ordinaria, es algo que raya en la extravagancia, la insensatez o la venganza por el simple hecho del desquite.
Cuando la derrota es inminente, el mexicano promedio se crece ante el castigo. En ese sentido, el presidente López Obrador instaura y actualiza la heroicidad siempre buscada en tiempos que parecen extraños o, como suele decirse ahora, posmodernos. La historia patria está colmada de héroes y anti-héroes que confirma la regla de oro nacional por el martirologio.
Seducidos por excentricidades que nos ubiquen en el ranking internacional como una de las sociedades que, pese a los infortunios, siempre mostramos nuestras mejores armas: la solidaridad ante la tragedia y el humor poco convencional frente a nuestra propia malig-nidad de proporciones épicas. Así, se configura este final de sexenio, algo trepidante para no quedar mal con nuestras peculiaridades muy nacionales. Viva México!!!! Todo sea con el fin de estar a tono con los días que corren y que vendrán. |