Menotti
Por: Efraín Quiñonez León
18/05/24
Tiro Libre
Estas palabras pretenden ser un tributo al recién fallecido, César Luis Menotti, quien fuera un gran técnico de fútbol. Hijo único y huérfano de padre a la muy temprana de edad de 15 años, tuvo que lidiar con semejante ausencia y, quizás, fue esta la situación que ayudó a forjar la firmeza de sus convicciones y lo atrevido de su espíritu libertario.
Para Menotti el fútbol no era una pasión, ni tampoco un sistema de juego por el control de una pelota con el fin de horadar el arco de los adversarios. Desde luego que el fútbol era todo eso para él, pero pretendía ir mucho más allá. El fútbol es una cultura, decía. La práctica de ese deporte surge de los barrios, de sus penurias y alegrías; de sus limitaciones y de sus recursos disponibles para sobrellevar la vida. Es, también, una identidad, funde al practicante como al aficionado no solamente en la defensa del juego, sino en la admiración de una insignia, un emblema o los colores que hacen patente las pasiones a menudo desbordadas.
En la diversión y la disputa sincera, leal, Menotti siempre consideró que pretender ganar el juego a cualquier costo era en lo que se estaba convirtiendo el fútbol moderno y constituía uno de sus grandes temores. Llamaba a quienes sostenían esas ideas como el producto de visiones “resultadistas”. Creía que ese era un gran error porque daba la impresión de que lo más importante era el dinero y no el juego como tal que pasaba a segundo término. No solamente eso, lo más grave es que, según estas visiones, podía ganarse con trampas, de manera deshonesta y constituía una inaceptable falta de respeto hacia el público. Admiraba, por ejemplo, la picardía del jugador mexicano, pero eso no significaba violar las normas, ni pretender desempeñarse bien en el juego sin tener una idea que defender, es decir, un estilo que fuese compatible con su idiosincracia.
En el fútbol moderno el jugador tiene que ser un atleta, afirmaba. En efecto, con la rapidez con la que se juega hoy en día no hay posibilidades de competir con cierta eficacia durante el tiempo que implica, si el deportista no está preparado para la alta exigencia física. Por esas razones es que tienden a retirarse relativamente jóvenes, dependiendo de la posición en que se desempeñe un jugador. Con el actual ritmo, si un jugador se cuida y evita los excesos puede sostenerse con un nivel de juego aceptable un promedio de entre 10 y 15 años. Un jugador en la actualidad entre los 30 y 35 años ya es un veterano. Desde luego que hay quienes se salen de estos parámetros, pero son más la excepción que la norma. A esa edad el sacrificio físico para un jugador es brutal no solamente por la lucha cuerpo a cuerpo con los rivales, sino por la atingencia que implica llegar a las jugadas que le impone el ritmo de juego actual y por sus propios compañeros más jóvenes que le marcan los compromisos que debe cumplir en estrategia y desempeño en la cancha.
Frente a la discusión si tiene o no sentido motivar a los jugadores mientras se desempeñan en la disputa por ganar una contienda futbolística, Menotti creyó que era importante, pero resultaba algo un tanto circunstancial, “coyuntural”, decía. Lo más importante era desarrollar “un concepto del juego”, con un “estilo” que se debe defender. Su papel como técnico, afirmaba, no era andar motivando todo el tiempo porque los jugadores extrañaban a su mamá, se peleaban con la novia o las esposas, o se sentían impedidos de lograr su mejor desempeño si acaso no tenían disponibles sus taquitos de buche, de nana o al pastor. El jugador debe estar convencido de una idea futbolística que se pone en práctica en la cancha, pero que se ensaya interminables veces durante los entrenamientos. El atleta que práctica este deporte debe saber que hay una forma de atacar y otra de defenderse; hay una forma de conservar la pelota y otra de recuperarla. Hay una manera de correr dependiendo de la posición que se juegue, de manera que pueda dosificarse el esfuerzo y ser eficaz en las jugadas que le marcan sus compañeros. En eso tiene que poner atención un técnico para que los jugadores no solamente comprendan lo que ponen en práctica los 90 minutos sino, principalmente, aprovechen todo su potencial durante el juego.
Si bien era un convencido de que el imperativo del juego era la construcción de una idea en torno a el, su método o forma de infundir un tipo o modelo futbolístico no era encerrarse a estudiar los distintos esquemas hasta la actualidad diseñados. Desde luego que el estudio era algo importantísimo para Menotti. En una ocasión comentaba que un técnico tenía forzosamente al menos que conocer cómo juegan los mejores del mundo, de tal manera que se ve obligado a viajar y tener un roce internacional para poder construir planteamientos adecuados. Su principal enseñanza, en este sentido, es que se trata de tener siempre un diálogo intenso con el jugador, convencerlo de sus capacidades y cómo atenuar al mínimo sus principales insuficiencias; pero ante todo, es una tarea impostergable de un técnico plantear los argumentos esenciales del concepto futbolístico que pondrán en práctica mientras están en la cancha; ideas que no son producto de la genialidad de los jugadores o del propio técnico, sino de sus intercambios mediante una conversación entre ellos y una puesta en práctica de los conceptos esenciales que le dan sentido a su forma de jugar.
Aquí hay pues, no solamente una pedagogía y una estrategia didáctica. Construir un entorno de conocimiento mediado por el convencimiento y el placer en torno a un juego, no es cualquier cosa y lleva su tiempo para que las ideas maduren, de modo que puedan obtenerse resultados satisfactorios. Por eso Menotti era un convencido de que los técnicos deben ser respaldados durante un tiempo largo y no ser despedidos después de haber perdido los primeros cinco partidos. Bajo la lógica “resultadista” es imposible desarrollar un estilo de juego.
El gran jugador mexicano, Benjamín Galindo, hoy en recuperación de una terrible enfermedad que casi lo lleva a la tumba, comentaba que, después de los entrenamientos, se quedaba a practicar al menos 200 tiros al arco, diez con una pierna y la misma cantidad con la otra. Por eso y no por otras razones manejaba los dos perfiles de manera sobresaliente. Una amiga me informa que resulta anti-pedagógico impartir docencia durante cinco horas y, sobre todo, si los estudiantes no leen, como si el problema fuera el tiempo y no la estrategia didáctica. Es verdad que en la actual cultura visual que impera, resulta una tarea titánica para los profesores captar
la atención de los educandos ya no digamos cinco, sino acaso un par de horas. Por lo tanto, tienes que manejar los ritmos y los modos en que vas a trabajar junto con ellos. Por cierto, más o menos en la misma forma en que se procede en cualquier deporte.
Al menos para mi, Menotti ha sido el gran técnico mexicano porque desde que llegó a dirigir la selección nacional no solamente se jugaba razonablemente bien sino que, además, constituye la época en que varios de los jugadores alcanzaron su mejor nivel y la autoconfianza necesaria para reconocer de lo que eran capaces si se sujetaban a la disciplina de un modo de jugar. Al mismo tiempo, recibieron los estímulos adecuados para creer en ellos y en libertad ir hilvanando sus mejores lances poéticos tras una pelota, con la solidaridad indispensable hacia el compañero, con el respeto al rival y desempeñándose tanto en la vida, como en el juego, con la mayor coherencia y lealtad en las convicciones. Eso que se dice en breve no es tan fácil de alcanzar, pero al menos algunos se plantean la osadía de soñar y Menotti fue uno de ellos. QEPD. |