El populismo, ese fantasma que a lo largo de la historia ha seducido a multitudes con promesas de un mañana dorado, se ha revelado una y otra vez como un monstruo que devora las libertades y empobrece a los pueblos. Con una retórica sencilla y emotiva, los líderes populistas explotan las frustraciones y ansiedades de las masas, pintando un cuadro idílico donde todos los problemas tienen una solución fácil y rápida. Sin embargo, detrás de esta fachada de esperanza se esconde una realidad mucho más sombría.
A lo largo de la historia, hemos sido testigos de cómo el populismo ha llevado a sociedades prósperas al borde del abismo. Desde los demagogos de la antigua Grecia hasta los dictadores del siglo XX, los líderes populistas han demostrado una y otra vez su capacidad para manipular a las masas y concentrar el poder en manos de unos pocos. La Alemania nazi, la Italia fascista y las numerosas dictaduras latinoamericanas son ejemplos trágicos de cómo el populismo puede destruir una nación.
¿Por qué el populismo resulta tan atractivo para las masas? En parte, porque apela a los sentimientos más básicos y primitivos del ser humano: el miedo, la ira y la esperanza. Como expreso en uno de sus artículos, Helio Borges, los líderes populistas ofrecen a la gente un chivo expiatorio al que culpar de todos los males, ya sean los inmigrantes, las élites, o cualquier otro grupo social. Al mismo tiempo, prometen un futuro mejor, donde todos vivirán en armonía y prosperidad.
Sin embargo, las promesas populistas son, en su mayoría, falsas. Señalaba Carlos Vilas que los líderes populistas suelen ser demagogos que carecen de un programa político coherente y que utilizan la retórica para manipular a las masas. Una vez en el poder, suelen concentrar el poder en sus propias manos, socavar las instituciones democráticas y perseguir a sus opositores.
El populismo es especialmente peligroso en tiempos de crisis, cuando la gente se siente perdida y desorientada. En estos momentos, los líderes populistas ofrecen soluciones sencillas a problemas complejos, pero estas soluciones suelen ser superficiales y a corto plazo. A largo plazo, el populismo suele conducir a una mayor polarización social, una economía debilitada y una pérdida de libertades.
Es importante recordar que el populismo no es una ideología, sino una estrategia política que puede ser utilizada por cualquier fuerza política, tanto de derecha como de izquierda. Lo que caracteriza al populismo es su apelación a las emociones y a las frustraciones de las masas, así como su rechazo a los consensos y a las instituciones democráticas.
¿Cómo podemos protegernos del populismo? En primer lugar, debemos ser críticos con los discursos populistas y no dejarnos llevar por las emociones. En segundo lugar, debemos fortalecer las instituciones democráticas y garantizar que los poderes del Estado estén separados. En tercer lugar, debemos fomentar una cultura de debate y tolerancia, donde se respeten las diferentes opiniones.
El populismo es un peligro real y presente, es un cáncer que corroe las entrañas de las sociedades. Es una ideología peligrosa que, bajo la promesa de un futuro mejor, esconde un presente de autoritarismo y un futuro de incertidumbre. Si queremos construir sociedades justas y equitativas, debemos rechazar el populismo y defender los valores de la democracia, y el Estado de derecho. Es fundamental que todos seamos conscientes de los peligros del populismo y que trabajemos juntos para combatirlo.
* Ruben Dario Garduza Viveros
Licenciado en derecho por el Centro de Estudios Superiores de Veracruz; Docente de la licenciatura en derecho en la Universidad del Golfo de México; Estudiante de la maestría de psicología de la educación, con algunos diplomados de filosofía, derechos humanos, poesía, entre otros.