FELIPE DE JESÚS FERNÁNDEZ BASILIO
DESDE A JANELA
¡LOTERÍA!
Cuando me enteré que el presidente del Senado Fernández Noroña mandó a poner una tómbola con cientos de bolas para sortear qué jueces y magistrados federales se van air el próximo año y cuáles dentro de tres y en el colmo de la mofa majadera exclamó que ya de ahí se podían ir a despachar a la lotería, inevitablemente me vino a la mente la legendaria fotografía de Villa y Zapata sentados en la silla presidencial.
Y eso sucedió debido a que esa imagen es un recuerdo de una de las épocas más desastrosas que vivió la República Mexicana y solo comparada con la actual, la de la transformación que no fue.
Esa imagen que, quizá sea motivo de orgullo para muchos quienes a la luz del resentimiento se puedan sentir identificados en ella, más que en realidad es muestra de un momento en que para efectos prácticos el Estado mexicano no existió.
Así es, en el momento en que ese par de caudillos populares entraron en la capital de la República, las instituciones se encontraban colapsadas; ya que no había un presidente, sino dos, uno sin poder emanado de una convención sin control territorial y el otro respaldado por militares y que se hacía llamar “Primer Jefe del Ejército constitucionalista” Carranza, quién a la postre se impondría sobre los citados caudillos populares.
En ese momento, el ejército mexicano estaba disuelto, del Congreso no se sabía nada, el dinero no existía e incluso cada facción imprimía sus propios billetes, los cuales se quedaban sin valor cuando los contrarios se hacían con el control territorial y del Poder Judicial mejor ni hablemos, ya que la ley del más fuerte era la única que valía.
Pues así es como estamos ahora, ya que tenemos una presidente que carece de todo asomo de personalidad propia e incluso, queda la duda de si hay dos personas que ocupan la titularidad del Ejecutivo, la formal y el real.
El Congreso de la Unión prácticamente es inexistente, sus miembros no legislan a título personal ni tampoco exigen la más mínima rendición de cuentas a los altos funcionarios de la república, llevamos más de seis años sin que haya una sola comparecencia seria en alguna de las dos cámaras que conforman el Poder Legislativo de la Unión.
El Poder Judicial ha sido destruido mediante un sorteo y será renovado con una legislación que no tiene ni pies ni cabeza, ya que no dieron ni si quiera el más elemental tiempo para que las autoridades electorales pudieran organizar la elección y a aparte de lo anterior, las sentencias y mandatos que emiten son desobedecidas con total impunidad.
El ejército tampoco funciona, ya que son todo (policías, constructores, aduaneros, etc.) menos los garantes de imponer la fuerza del Estado en el territorio nacional y ello conlleva a que escapen al control de la autoridad enormes regiones en todo el país.
Y el dinero, aunque valiendo menos, todavía existe gracias a la autonomía del Banco de México, mas no deja de correr el riesgo de ser destruido si un día a los monarcas (la formal y/o el que parece ser el real) se les ocurre hacerse con el control de dicho órgano autónomo, ya que autómatas levanta dedos tienen de sobra en todos los legislativos del país.
Pero eso sí, tienen bien afinado un discurso muy mentiroso que consiste en que con ellos los desfavorecidos por fin se hicieron con todo el poder y así como Villa y Zapata se han sentado en el trono de un país que ellos mismos han destruido.
E igualmente sostienen que quienes los criticamos y lamentamos la destrucción institucional que están llevando a cabo, manejamos un discurso apocalíptico y falso; ya que, pese a las admoniciones hechas, el país sigue existiendo.
Cosa esta última que es absolutamente falsa, ya que el lamento no va sobre la viabilidad de México como país, sino sobre las oportunidades de crecimiento económico y de desarrollo social que se pierden como consecuencia de la destrucción institucional.
La realidad es que al igual que hoy, en 1914 la República Mexicana no dejó de existir, pero sí perdió décadas de desarrollo; tal y como ahora está sucediendo con los gobiernos emanados de la transformación que no fue y sus legisladores que lo único que saben hacer es gritar: ¡Lotería!
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