FELIPE DE JESÚS FERNÁNDEZ BASILIO
DESDE A JANELA
MÉXICO Y LA MONARQUÍA
“Ya solo restan tres días para que se vaya a ... su rancho”
Formalmente somos una república federal con una clara división de poderes, así lo dice la constitución y en esa creencia nos han educado durante décadas.
Tan es así que, salvo algunos consumidores de las “revistas del amor”, el mexicano promedio rechaza tanto a los monarcas como a quienes poseen algún título nobiliario (duques, condes, barones, etc.)
Solo que ese rechazo aplica solamente para las instituciones extranjeras y se magnifica a niveles extremos si la referencia es a la Corona Española; ya que, en ese caso, muchos compatriotas trasnochados se convierten en unos revolucionarios que dejan muy cortos a Robespierre y su pandilla.
Mas resulta que hacia el interior, el mexicano es mucho más monárquico que el nacional de cualquier país que en la actualidad tenga esa forma de gobierno, ya que solo bastó con que un merolico hablara bonito e hiciera brotar todos sus resentimientos, tanto contra otros mexicanos como frente a otras naciones, y ¡Pum! Nuestra democracia terminó su existencia sepultada por millones de votos y por algunas autoridades que no estuvieron a la altura del cumplimiento de su deber (INE, TEPJ y los poderes legislativos).
Así es, en México se venera a un monarca sin corona, pero con banda tricolor terciada al pecho; México babea ante un tipo que se pone por encima de la constitución y que nunca en su vida la respetó.
En fin, esa es una muestra de la hipocresía mexicana: el desprecio al monarca extranjero y la veneración al hombre fuerte nacional.
Lo anterior viene a colación debido, ya no al último sainete del aun presidente sino al primero de su ventrílocua al no invitar al rey de España a su toma de protesta, ya que de posesión todavía no sabemos cuándo sea o si es que llega a darse algún día.
Y es que resulta que la señora Sheinbaum no invitó al monarca ibérico, porque este no contestó una carta llena de necedades que su jefe político le envió hace algunos años y en su lugar la invitación se la hizo al presidente del gobierno de esa nación, quien con toda razón la rechazó categóricamente e incluso dispuso que nadie de su gobierno, ni siquiera su embajador en México, acudiera al citado evento.
Y la razón de esa respuesta es muy simple, en España existe una constitución y, a diferencia de en México, se respeta.
Ellos se dieron como forma de gobierno la monarquía constitucional y su rey es el jefe del Estado Español y a él le corresponde la representación internacional de su país y, en consecuencia, rechazar al monarca es rechazar al Estado Español en su conjunto y esa es la razón por la cual no se consideraron invitados al juramento de la señora, a pesar de que esta haya intentado invitar una autoridad diversa como lo es el presidente del gobierno español.
Así es, a la administración entrante acostumbrada a violar constantemente la constitución mexicana se le hizo muy fácil intentar hacer lo mismo con la del Reino de España y topó con pared, ya que allá la ley es una realidad y no un cuento.
Por cierto, qué juramentación tan deslucida va a tener la señora, casi sin jefes de Estado de peso; ya que, a diferencia de la toma de posesión de todos sus predecesores, muy pocos van a llegar a su cita.
Los que no van a faltar son los otros monarcas absolutos sin corona y con banda de la región, sus compinches pues.
Por último, como reflexión es importante comentar que la monarquía moderna española ha contribuido a la democracia en ese país, lo mismo que la “transformación que no fue ni será” lo ha hecho al absolutismo en este país.
Y en otro orden de ideas, cuando se lea este texto nuestro país estará cumpliendo un año más como nación independiente; así que, a pesar de todos los pesares, hay que decir:
¡Qué viva México!
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