Ansiedad, la otra pandemia que afectó a los veracruzanos
Xalapa, Ver. (AVC/Perla Sandoval) “Pensé que me iba a morir, la ansiedad era tanta que mi carne temblaba”, admite Rosa, adulta mayor de 69 años que desde marzo de 2020 se ha mantenido en resguardo domiciliario por la pandemia del covid-19, lo que provocó efectos adversos a su salud mental.
Apenas mes y medio después de haberse confinado en su hogar, las noticias sobre los contagios de esta enfermedad hicieron merma en su capacidad para dormir, el temor a esta nueva enfermedad trajo consigo sensibilidad y disparó un cuadro de ansiedad que fue en aumento hasta llegar a requerir asistencia psiquiátrica para poder controlar su situación.
“Empecé a dejar de dormir y conforme iba aumentando el tiempo me sentía muy sensible, me daban ganas de llorar, luego se manifestó la ansiedad, yo no entendía por qué; a lo mejor dormía dos horas diarias, sentía bochorno, que no podía respirar, especialmente durante las noches; no podía estar en mi cama, veía las noticias y estaba al tanto de lo que ocurría, pero no sabía hasta dónde me perjudicaba, me daba miedo ver que había muchos contagiados y nos estaba rebasando la enfermedad, me daba miedo contagiarme. Llegó el momento en que no quería que llegara la noche”, reconoce.
Este trabajo, es parte de la serie: salud mental en tiempos de Covid-19, donde se reflexiona sobre cómo el confinamiento afectó la salud de los veracruzanos. En esta cuarta entrega, se aborda el tema de la ansiedad y la afectación en los adultos mayores.
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A partir del 26 de marzo de 2020, el gobernador Cuitláhuac García Jiménez determinó que los trabajadores de base de la administración pública estatal, personas mayores de 60 años, con comorbilidades como la diabetes, hipertensión, obesidad, entre otros, debían resguardarse en sus domicilios ante el riesgo de contagio. Ese día, Rosa salió cerca de las 6 de la tarde de la dependencia en donde por más de 30 años ha prestado servicio, pensó que el resguardo duraría apenas una semana.
“Después de ser una mujer activa me encuentro encerrada, con noticias que me dan miedo y eso fue lo que empezó a fastidiarme; en ocasiones a la 1 o 2 de la madrugada, me tenía que salir al patio de mi casa para que me diera el fresco, llegó un momento en que dormía en la sala con la puerta de mi casa abierta. Empecé a sentir opresión en el pecho, casi no quería comer, cuando intentaba dormir sentía que mi carne temblaba, ya no tenía descanso”.
En su caso la ansiedad fue en aumento y llegó a contar cinco ataques de pánico por día; la sudoración de las manos, la opresión en el pecho y la desesperación que ello conllevaba, provocaron que estos episodios duraran cada vez más; eso la motivó a buscar ayuda de los psicólogos voluntarios de la Universidad Veracruzana, con quienes tenía citas y le brindaban algunas actividades, pero no fue suficiente.
“Sentía que me iba morir, que no iba a resistir mucho; ellos se portaron muy bien, me pusieron actividades, escuchaba música relajante, hacía ejercicios de respiración, pero me ayudó muy poco, yo ponía muchas ganas, pero no funcionaba. Sentía que ya no iba a poder más, que ya no aguantaba y hablé con mis hijos, les decía que tenía que existir algo, un medicamento, algo que me quitara todo esto porque yo no iba a aguantar, necesitaba a gritos la ayuda”, reconoce.
A partir de la intensificación de los episodios de ansiedad, Rosa se mantuvo en tratamiento durante siete meses con un psiquiatra con el que sostuvo citas cada ocho días, con un tratamiento farmacológico basado en dosis variadas de Rivotril durante la mañana y la noche.
“En cuanto me tomé el medicamento que me recetó todo cambió; es increíble porque después de tomar la primera dosis se me fue la ansiedad, la angustia, la desesperación y hasta las ganas de morirme porque decía que no iba a poder aguantar”, cuenta.
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Aumentan casos de ansiedad y se detonaron otros padecimientos
El director del Instituto Veracruzano de Salud Mental “Doctor Rafael Velasco Fernández”, Víctor Manuel Villanueva Hernández, admite que estadísticamente no se cuentan con datos exactos sobre el aumento en casos de ansiedad derivado del confinamiento, pero que esto se observó dado que la pandemia resultó en algunos casos, un hecho traumático que afectó la normalidad de todos y trajo consigo el “debut” de algunos padecimientos en la población como ansiedad, esquizofrenia, bipolaridad, entre otros.
“Lo que más produce es desesperanza, tener pensamientos de muerte, pensamientos suicidas, incluso intoxicaciones que nos hagan ser agresivos. Los pensamientos son lo que primero cambian nuestros sentimientos y nuestra conducta, por eso la parte afectiva es la que más se puede ver afectada” .
Señala que, aunque los adultos mayores tienen mejores herramientas para afrontar este tipo de hechos que las poblaciones jóvenes, lo cual esto les ha permitido adaptarse más fácil, no están libres de padecimientos asociados a la salud mental.
“La repercusión para los adultos mayores fue la falta de visita de sus familiares y la imposibilidad de salir, algunos son muy activos y la queja es que no pueden asistir a sus actividades, tengo pacientes que van a la Quinta de las Rosas y realmente extrañan sus reuniones, a sus amigos”.
Se suma el hecho de contar con información en la que constantemente se advierte que ha habido más decesos a causa de covid-19 en adultos mayores y esto aumenta el estrés; además, si alguno tenía alguna patología psiquiátrica previa, con el confinamiento su estado pudo agravarse, debido a que muchos de ellos no tuvieron posibilidad de seguir con su tratamiento. Esto derivó a que, durante 2020, se registraron internamientos en el Instituto, especialmente relacionados con trastornos afectivos bipolares, desapego al tratamiento, esquizofrenia paranoide e incluso situaciones depresivas con intentos suicidas, aunque no es precisamente por la pandemia. Actualmente, en el Instituto se mantienen 18 pacientes.
“En algunos pacientes que tenían una tendencia a la mejoría decidimos no suspender tratamientos, aunque yo quisiera porque no es el momento, es un estrés excesivo que se ha acumulado. Los pacientes que sí tuvieron oportunidad de seguir acudiendo a sus citas sí se contuvieron, pero la mayoría de los pacientes tuvo suspensión de tratamientos, entre que no dábamos citas, algunos porque son pacientes foráneos y no podían viajar, no había que quién los llevara”.
Secuelas de la ansiedad
A pesar de que, desde noviembre de 2020, a Rosa le fue suspendido el tratamiento, los episodios de ansiedad se presentaron en febrero, lo que la llevó nuevamente a consultar al psiquiatra que admitió estas “recaídas” como normales, dado que la pandemia y el confinamiento continúa, por lo que determinaron un tratamiento de menor temporalidad y las consultas constantes de seguimiento.
“Dentro de toda esta situación vi que Dios fortaleció mi fe y que a pesar de todo esto Él puso todo lo necesario para que pudiera salir adelante; puso a un psiquiatra con los conocimientos necesarios para ayudarme; Dios ha tenido misericordia de mí.”
Actualmente Rosa lucha diariamente por mantenerse activa, admite que “arregla y desarregla” su casa para tener algo que hacer y se refugia en la oración a Dios. Dice que lo más importante es que la familia y el propio adulto mayor identifique síntomas que puedan derivar en tener problemas de ansiedad o algo aún más grave.
“Que estemos pendientes de cualquier cambio en nosotros, de algunas señales de alarma, porque se tiene la idea de que al psiquiatra solo lo ven quienes están enfermos de sus facultades mentales, pero es mentira; a los familiares, a los hijos si ven esos cambios que lejos de regañar a los adultos mayores, que los apapachen, hablar con la persona y que busquen ayuda profesional, que no lo dejen porque en muchas ocasiones hay regaños o indiferencia porque no han pasado por algo así”.
Llamadas de alerta
El director del Instituto Veracruzano de Salud Mental “Doctor Rafael Velasco Fernández”, Víctor Manuel Villanueva Hernández, señaló que la familia es el primer “filtro” que debe detectar cuando un adulto mayor presenta problemas que pueden desencadenar afectaciones en su salud mental, especialmente cambios de humor, falta de sueño, consumo de alcohol, problemas en la dinámica familiar que antes no sucedían, aislamiento, irritabilidad, entre otros.
“La familia es el mejor detector y debe abrir los ojos para ver qué está pasando. Llevamos más de un año en pandemia, ya no se trata de un tema de adaptación, si no logró adaptarse a las restricciones o a la dinámica actual, sería un trastorno psiquiátrico que tendría que atenderse, ya sea a nivel psicológico, psiquiátrico o incluso valorar internarlo”.