Poza Rica, Ver.- (AVC) En vísperas de que el aroma a pino y el espíritu navideño regresen a los hogares, Poza Rica vive una Navidad distinta. Para decenas de familias que en octubre pasado perdieron gran parte de su patrimonio bajo el agua y el lodo, la prioridad este año no es solo reparar paredes o muebles, sino reconstruir aquello que sostiene su fe: las imágenes religiosas que acompañan su vida cotidiana.
En los talleres de restauración, el trabajo no se detiene. Las manos de los artesanos no solo unen fragmentos de yeso o resina; reconstruyen símbolos que representan esperanza, memoria y continuidad para una comunidad golpeada por el desastre, pero decidida a mantener vivas sus tradiciones.
Para María del Rocío, vecina de la colonia Morelos, la inundación fue más que una pérdida material. También puso en riesgo los recuerdos que dan sentido a su hogar. Entre el caos, logró rescatar un Niño Dios que había quedado dañado y decidió enviarlo a restaurar para poder colocarlo nuevamente en su nacimiento.
“Yo lo dejé en una cómoda donde tengo también el cuadro de mi madre y le dije: ‘mami, ahí te encargo mi casa y al Niño Jesús’. La inundación me lo tumbó, cayó y se le rompieron sus bracitos, pero lo levanté, lo lavamos y me lo traje para que sanara”, relata.
En el taller de Jorge García, las repisas están llenas de figuras que parecen guardar silencio, pero cuentan historias de resistencia. El restaurador explica que, tras las lluvias, la demanda de su trabajo aumentó de manera notable: muchas piezas llegaron partidas por la fuerza de la corriente.
“Vienen muy dañadas. Ahorita varios que se inundaron traen Niños Dios sin piernas o sin manos. Hay que reconstruir deditos y muchos detalles, pero aquí lo hacemos. Lo importante es que las familias rescataron las piezas entre el lodo y nos las traen porque le tienen mucha fe a sus imágenes”, explica.
Desde finales de noviembre, estima que la demanda de restauración creció alrededor de 30 por ciento respecto al año pasado. No solo Niños Dios: también han llegado imágenes de la Virgen de Guadalupe, golpeadas por el agua, pero no por el olvido.
Para quienes acuden al taller, el costo pasa a segundo plano frente al valor sentimental. Muchas de estas figuras son verdaderas reliquias familiares, heredadas durante generaciones y presentes cada 24 de diciembre como el centro de la reunión.
“Este Niño Dios lo heredó mi esposa de su abuelita; hablamos de una pieza de unos 45 años. Esperamos que nos lo entreguen pronto para que luzca en el nacimiento. El señor tiene una habilidad especial para devolverles la vida”, cuenta Raúl Cruz, otro de los clientes.
Más allá de la reparación física, la restauración de estas imágenes simboliza algo más profundo: la reconstrucción de la comunidad misma. En Poza Rica, la Navidad de este año no se mide por lo que se compró, sino por lo que se logró rescatar, recomponer y sanar después del desastre.