Niñez en Veracruz, en orfandad por violencia de género

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2018-05-01
Citlla y José, Andrés y María y Alejandro tienen algo en común, sus madres no están. Fueron víctimas de desaparición y feminicidio, por lo que de un día para otro sus vidas cambiaron y quedaron en manos de sus abuelas.


Xalapa, Ver.- (AVC/Brisa Gómez) Citlla y José, Andrés y María y Alejandro tienen algo en común, sus madres no están. Fueron víctimas de desaparición y feminicidio, por lo que de un día para otro sus vidas cambiaron y quedaron en manos de sus abuelas.
Estos cinco menores, cuyos nombres fueron cambiados a petición de sus familias para evitarles un riesgo, viven en una realidad compleja, ocasionada por la violencia de género y la delincuencia en Veracruz.
Detrás de cada mujer asesinada o desaparecida quedan vidas tocadas por la violencia de género. Hijos e hijas en orfandad, la mayoría de las veces bajo el cuidado de las abuelas que se hacen cargo de sus nietos, enfrentando problemas legales en materia penal por la búsqueda y la exigencia de justicia y civil por cuestiones de custodia.
En otros casos los hijos e hijas quedan en manos de familiares que pueden vivir en situaciones de pobreza y la responsabilidad de sacarles adelante como un compromiso de amor hacia la víctima cuya vida terminó de manera violenta o cuyo paradero se desconoce.

La justicia no satisface

Entre 2015 y la primera mitad de 2017, el Poder Judicial inició 71 juicios por feminicidio y 157 por homicidio de mujeres.
Sobre las sentencias, no da a conocer datos, ni detalles de los agresores de las mujeres por cuyas muertes se iniciaron los procesos judiciales a nivel estatal.
En esta numeralia no se refleja la realidad que viven menores como Andrés y María, cuya madre fue víctima de feminicidio a manos de su pareja, quien actualmente se encuentra inmerso en un proceso legal y recluido en un penal de Veracruzano.
Ambos pequeños quedaron al cuidado de sus abuelos paternos, quienes constantemente mantienen visitas al padre, sin contacto con su familia materna que desde el primer momento han peleado por la custodia de los menores.

El registro de víctimas no siempre cuenta a sus hijos e hijas

Muchas de las mujeres que son víctimas de desaparición o feminicidio fueron madres en vida, dejando a sus pequeños en la indefensión, muchas veces ni siquiera reconocidos como víctimas directas en el crimen contra su mamá.
De acuerdo con cifras de la Comisión Ejecutiva Estatal de Atención a Víctimas (CEAV) entre 2015 y la primera mitad de 2017, esta atendió jurídicamente a siete menores de entre nueve y 17 años, hijos e hijas de víctimas de feminicidio, homicidio o desaparición. Esto contrasta con los 71 procesos iniciados por feminicidio y 157 por homicidio que durante el mismo periodo atendió el Poder Judicial.
Además la Comisión reporta que entre 2015 y la primera mitad de 2017 atendió psicológicamente a 10 menores y jurídicamente a cuatro, ese año no hubo ingresos al Registro Estatal de Víctimas, por lo que no se les reconoce oficialmente como tales.
Hay otras víctimas, como Alejandro, que ni siquiera pueden ser consideradas como tal, pues legalmente no existen.
La madre de Alejando desapareció un día cuando un comando armado la sacó de su casa. Él apenas tenía unos meses de nacido y aún no había sido registrado oficialmente. La abuela del pequeño reconoció que nunca supo quién era el padre, su hija era madre soltera.
Desde el momento en que la madre desapareció, el niño quedó en manos de la abuela, Janet, quien debió hacerse cargo de denunciar el secuestro de su hija, del cuidado de su nieto y de los problemas legales que vendrían de inmediato.
Como si la situación para ellos no fuera desesperada, la abuela se topó con un obstáculo legal, el niño no fue registrado, por lo que carecía de acta de nacimiento y por lo tanto de identidad oficial, por ello no podría ser inscrito a la escuela, ni ser beneficiario de la seguridad social.
El niño no puede ser registrado por la abuela hasta que la mamá aparezca, le dijeron en el Registro Civil, por lo que pasó los primeros seis años de su vida apenas como oyente en la escuela pública.

Con la esperanza del reencuentro

Citla y José viven con su abuela materna, quien ha hecho el esfuerzo de sacar adelante a sus nietos en todos los sentidos, esto desde el momento en que dos de sus hijas-una de ellas la madre de los pequeños- desaparecieron.
Ambos estudian, ayudan en el negocio familiar como parte de sus tareas, acuden a actividades extra escolares y se mantienen bajo la vigilancia estricta de su abuela, quien además de trabajar, cuidar a sus nietos, educarlos y atender al resto de su familia, se dedica a la búsqueda de sus hijas por todo el país.
La abuela, Espíritu, reconoce que sus nietos han pasado momentos difíciles, ambos tuvieron que madurar más rápido que otros niños de su edad, en algún momento bajaron de promedio pero por la mano firme con la que los educa han podido recuperar sus buenas calificaciones.
Recuerda que desde el momento en que enfrentaron la desaparición de la madre, ella se movió para que recibieran atención y acompañamiento, pues sabía que para ellos la situación sería aún más difícil que para cualquier otro miembro de la familia.
Esa atención psicológica, en el DIF, terminó cansándoles problemas al poco tiempo, pues la primera terapeuta “les decía mentiras” sobre el regreso pronto de su madre, lo que les hizo retirarse de la consulta.
Después volvieron a recibir atención en otra institución del Estado, donde tampoco se sintieron a gusto, pues su terapeuta no atendía verdaderamente sus necesidades y también decidieron abandonarla.
Estos niños, en algún momento, recibieron una beca, apenas de 500 pesos mensuales entre los dos, poco después por sus calificaciones obtuvieron cada uno esa cantidad, sin embargo el beneficio sólo les duró un mes, pues durante la pasada administración se les suspendió la entrega porque no había dinero en las arcas del estado.
Estos niños han salido adelante gracias a su familia y no por la atención que da el Estado a menores que enfrentan situaciones adversas como la muerte violenta o la desaparición de las madres.
El marco legal veracruzano y el del país cuenta con Leyes de Protección a Niños, Niñas y Adolescentes, sin embargo cientos de menores que enfrentan situaciones como las mencionadas quedan fuera de la atención que el Estado les debe proporcionar.